¿Qué tiene que hacer un delincuente en Cataluña para que la policía se interese por él? Ni siquiera confesando (y justificando y reivindicando) sus actos, logra el sociópata patriótico que los Mossos d'Esquadra le hagan una visita para intercambiar unas palabras. Véase el caso de Mar Ampurdanès, portavoz de Arran --exacto, la de la casa con piscina--, grupúsculo de la CUP que nos ensució los cristales de la redacción y les dio de martillazos.
Acabo de leer una entrevista con ella en uno de los digitales del odio, en la que viene a decir que, con cierta gente --como la chusma que hace este diario--, no puede ir una con componendas, pues somos tan despreciables y nocivos que, en nuestro caso, un cierto grado de violencia resulta legítimo, aunque a los demás independentistas --¡esa pandilla de pusilánimes!-- no les parezca bien. Según ella, atacar autobuses turísticos o redacciones de diarios no nacionalistas no es algo punible, sino, desde su punto de vista, hasta necesario. Para tranquilizar a la población, eso sí, Mar Ampurdanès asegura que hay un límite para sus acciones y que no se plantean en Arran partirle la cara a nadie.
Aquí, todo lo que se haga en nombre de Cataluña tiene bula
De momento, me temo. ¿Y si la señorita Ampurdanès es acusada de tibieza por militantes de Arran más brutos aún que ella y sustituida por alguien que esté a favor del castigo físico al réprobo? Podría suceder. Sobre todo, a medida que se vaya viendo que la república catalana ni está ni se la espera y los jóvenes patriotas necesiten aliviar su frustración de una manera más contundente. Lo normal --aunque aquí hace tiempo que no sabemos lo que es la normalidad-- sería que, tras confesar sus fechorías, Mar Ampurdanès tuviera que bregar con la policía y pagar por las consecuencias de sus actos, pero no parece que eso vaya a suceder. Si se pueden atacar autobuses y diarios sin que la ley tome cartas en el asunto, ¿por qué no se podrá subir la presión impunemente? Igual le acaban prendiendo fuego a la redacción de Crónica Global. Dos veces: la primera vacía y la segunda con todo el personal dentro. Total, no les habremos dejado otra opción con nuestra actitud frente a la cuestión nacional, ¿verdad?
Y es que somos un objetivo muy cómodo y práctico. Como la sede de la CUP está a veinte metros de la de Crónica Global, no hace falta venirse de casa con el lanzallamas o los molotov, que se pueden almacenar tranquilamente en la casa madre hasta el momento de ser utilizados. Un grupúsculo de tarugos con pretensiones como Arran da un mal nombre hasta a la CUP, que ya es decir, pero a nuestra policía no parecen preocuparle sus gamberradas patrióticas: aquí, todo lo que se haga en nombre de Cataluña tiene bula.