Los resultados de las recientes elecciones nos confirman, ciertamente, que la tabarra nacionalista va a durar unos cuantos años más, pero --¡hoy me he levantado optimista!-- yo diría que va a perder fuerza a la fuerza, valga la redundancia. Hay elementos nuevos en la situación que pueden alterarla de manera considerable. Para empezar, parece que la estancia en prisión le está sentando francamente bien al beato Junqueras, que evita los tuits mezquinos y rencorosos a lo Rufián para centrarse en el amor universal, en general, y en la necesidad de reconciliación entre catalanes, en particular. Hasta ha reconocido que la unilateralidad es una opción que más vale no volver a escoger, y ahí distingo yo la capacidad regeneradora y terapéutica del talego. Puigdemont sigue en las mismas porque anda suelto por Bruselas y pasa los fines de semana en un casoplón estupendo que le presta un millonetis flamenco. ¡Así cualquiera, Puchi!
Fue un error soltar tan pronto a Turull, pues la terapia requiere de cierto tiempo para resultar eficaz. Turull salió de la cárcel cargado de odio y rencor y con las pituitarias destrozadas por las flatulencias de su compañero de celda, Josep Rull, al que tampoco se le dio el tiempo suficiente para completar ese tratamiento que tan bien le está sentando al bueno de Junqui. Turull sigue siendo el mismo fanático desagradable que era antes del talego y, sobre todo, sigue empecinado en hacer presidente a Puigdemont, aunque éste prometió volver a su amada patria si ganaba las elecciones --o algo parecido a ganarlas, que es lo que ha hecho-- y todavía le estamos esperando.
Fue un error soltar tan pronto a Turull, pues la terapia requiere de cierto tiempo para resultar eficaz. Turull salió de la cárcel cargado de odio y rencor
Turull considera que su líder puede dirigir la Generalitat desde Bruselas por vía telemática. Me temo que el reglamento no lo permite, pero tampoco permitía declarar la independencia sin contar con dos tercios de la cámara y le dio lo mismo: con una mayoría mínima se puede cambiar el reglamento y convertir las sesiones del Parlamento catalán en una comunicación permanente con el jefe por videoconferencia. Algo que yo diría que no va a ser del agrado de Junqueras: como lo suelten el día 4 de enero, se va a oponer a ello con todas sus fuerzas. Y Puigdemont debería ir empezando a pensar que solo le queda el exilio permanente o la prisión provisional, tachando la posibilidad de presidir la Generalitat.
La segunda entrega del prusés, telemática o no, será diferente a la primera. El gobierno que salga, cuando ERC y los de Puchi se pongan de acuerdo, va a estar trufado de expresidiarios, de imputados y de fugitivos, por lo que lo más razonable sería correr ya las listas para hacer sitio a gente sin posibilidades de acabar en la trena. No lo harán porque del bloque indepe no se espera nunca nada razonable, pero que luego no me digan que yo no les avisé.