Jordi Sànchez, el pitufo gruñón de la ANC, no entró con muy buen pie en el centro penitenciario de Soto del Real. Nada más llegar, pidió que le cambiaran de módulo porque otro presidiario le había gritado ¡Viva España! Lo único que consiguió con su actitud delatora fue que la masa reclusa, inmune o reticente a la corrección política, lo incluyera en la lista de lo que en el trullo se conoce como chivatas y/o mariconas.
Poco después, un gitano saleroso se dedicó a enseñarle el rabo cada vez que se lo cruzaba. Y ahora, su compañero de celda ha solicitado el traslado porque no lo aguanta, ya que Sànchez ha estado dándole la tabarra sin parar con la independencia de Cataluña, lo que le ha llevado a afirmar --y no seré yo quien le contradiga-- que lo suyo es una doble condena. Realmente, si añadimos a la privación de libertad la compañía no deseada de un pelmazo, la cosa atenta gravemente contra los derechos humanos. El hombre se ha salido con la suya, así que ahora solo nos queda solidarizarnos con el pobre infeliz que ocupe su puesto en la celda de Sànchez, a no ser que me lo emparejen con el gitano de las propuestas deshonestas, lo cual constituiría un brillante ejemplo de justicia poética.
Yo diría que existe un gen pelmazo en los nacionalistas, basándome en la experiencia compartida con todos aquellos que llevamos años soportando la tabarra monotemática de nuestros separatistas
Esta historia nos demuestra que no se ha hecho suficiente hincapié en la pesadez de los nacionalistas. Tal vez debería procederse a un estudio científico como el que se llevó a cabo hace unos años para demostrar que los animales también podían ser egoístas. En aquella ocasión, se optó por estudiar a unos pingüinos a la hora de darse un bañito. La mayoría de ellos esperaba al borde del agua para ver qué le pasaba al primer insensato que se arrojaba a ella. Si a ese pingüino se lo comían los tiburones, los demás daban media vuelta y dejaban el baño para más adelante. Si lo veían chapotear feliz y sin peligro alguno para su integridad física, seguían su ejemplo y se lanzaban al agua. Fue así como la comunidad científica descubrió lo que bautizó como el gen egoísta.
Urge un experimento semejante entre los nacionalistas. Hay que averiguar si existe el gen pelmazo entre ellos. Yo diría que sí, basándome en la experiencia compartida con todos aquellos que llevamos años soportando la tabarra monotemática de nuestros separatistas, algunos de los cuales llegan al extremo de enviarte por whatsapp sus vídeos y sus gracietas, no se sabe muy bien si para convencerte o si para chincharte, como si hubieses vuelto al colegio y tuvieras que aguantar a los matones del patio. Un descubrimiento semejante no tan solo redundaría en beneficio de las víctimas de los nacionalistas, sino en el de ellos mismos, que obtendrían una excusa de carácter genético para su pesadez, pudiendo así ser considerados por la sociedad, ya de manera oficial, como enfermos mentales necesitados de comprensión, ayuda y compasión. Creo que todos saldríamos ganando, francamente, y que ya tarda Jordi Sànchez en ofrecerse voluntario para tan necesario experimento.