A los trabajadores de TV3 (y de Catalunya Ràdio) les ha dado un ataque de dignidad ante la posibilidad de ser intervenidos por el Gobierno central, pues se ven venir una manipulación ajena que no tiene nada que ver con la propia, sobre la que no han dicho nada jamás, unos por estar de acuerdo con ella y otros por no buscarse problemas. Y es que la manipulación que coincide con los propios intereses es buena, mientras que la contraria es mala. De la misma manera que todo lo que hace el Gobierno de la Generalitat es bueno y democrático, mientras que lo que hace el Gobierno central es, por definición, malo y dictatorial, el agitprop de TV3 y Catalunya Ràdio es periodismo veraz y objetivo, y cualquier intento de corregirlo es una intromisión intolerable y un ataque a la libertad de expresión. Ya dijo Toni Soler, humorista nacionalista (¡insuperable oxímoron!), que TV3 era el único dique de contención ante la manipulación españolista de la información (así como su principal fuente de ingresos desde hace un montón de años, extremo que se olvidó de mencionar). Y Mònica Terribas, la bien pagá del régimen, ya ha avisado que la encontrarán alzada contra el invasor, como su jefe, Saül Gordillo, y el de la empresa hermana, Vicent Sanchis.

Lo mejor sería chapar TV3. O, aún mejor, convertirla en lo que, de hecho, ya es: un canal privado a sufragar por sus suscriptores, como Netflix o HBO, pero en soberanista

Que los principales intoxicadores de Cataluña se quejen de la que se les viene encima resulta un pelín ridículo, aunque lo presenten como la entrada de los nazis en la BBC. La situación recuerda un poco, salvando las distancias, la gallarda actitud de los trabajadores del Canal 9 cuando les iban a cerrar el chiringuito por ruinoso: tras una pila de años obedeciendo al PP sin rechistar, de repente tenían el cuajo de presentarse como periodistas incorruptibles y absolutamente necesarios para el mantenimiento de la democracia en la Comunidad Valenciana.

Personalmente, no estoy a favor de intervenir TV3, pues si ponen al frente a un émulo del gran Marhuenda puede ser peor el remedio que la enfermedad. Casi mejor chaparla. O, aún mejor, convertirla en lo que, de hecho, ya es: un canal privado a sufragar por sus suscriptores, como Netflix o HBO, pero en soberanista. Financiar con el dinero de todos los catalanes algo que satisface a la mitad de la población e irrita a la otra mitad es algo que solo le parece razonable al CAC porque está para dar por buena la manipulación que les gusta a sus miembros y que consideran periodismo del mejor: para eso cobran, ¿verdad, señor Loppacher?