Jordi Sánchez, el pitufo gruñón que dirige la ANC, había organizado un bonito acto en Vilanova i la Geltrú --anunciado con carteles en árabe-- para sumar a los musulmanes al proyecto independentista, pero la Comisión Islámica lo ha prohibido, como ha prohibido también que las mezquitas se utilicen como centros electorales el 1 de octubre, si es que la pachorra del don Tancredo de la Moncloa permite que se repita la charlotada del 9-N. La Comisión Islámica española no está para buscarse problemas con el Estado. Y a las mezquitas se va, según parece, a rezar. Puede que en algunas se vaya a escuchar las burradas del imán salafista de turno --que luego, ya en privado, te enseña a fabricar bombas y otros elementos destinados a la destrucción del hereje--, pero en principio, lo suyo en una mezquita es descalzarse, ponerse de rodillas, clavar la nariz en el trasero del señor de delante --habría más conversos, creo yo, si la audiencia fuese mixta-- y comunicarse con Alá. A lo que no se va a una mezquita, como ha quedado bien claro, es a participar en referéndums ilegales.
A lo que no se va a una mezquita, como ha quedado bien claro, es a participar en referéndums ilegales
Dudo mucho que el pitufo gruñón de la ANC se haya tomado bien este desaire. Peligran las fronteras entre el “hermano musulmán” y el “moromierda” de toda la vida. Y es muy posible que, desde el nacionalismo, se lamente la falta de integración que se desprende de esta negativa a colaborar con la iniciativa golpista de Cocomocho y sus secuaces. ¿Para eso callamos como muertos mientras se asesinan miles de corderos para la fiesta del ídem? ¿Para eso hacemos la vista gorda ante esas señoras cubiertas de los pies a la cabeza que, en algunos casos, parecen mesas camilla que sus propietarios han sacado a que se oreen? ¿Para eso insistimos en que el islam es paz y amor y que los yihadistas no han leído el Corán o no lo han entendido? No me extrañaría que estas preguntas bailasen por la cabeza del pitufo gruñón (y la de su amigo de Òmnium, el del mollete a lo Billy Ray Cyrus): ¿De qué sirve, a los cinco minutos de un atentado, clamar contra una islamofobia que ni se ha producido ni se producirá si a cambio el islam no se comporta como debe?
Afortunadamente, las prohibiciones han llegado de Madrid, donde tiene su sede la Comisión Islámica. O sea, que aún se puede acusar a los árabes españoles de intolerancia, mientras se toma partido por los árabes catalanes, quienes, como todo el mundo sabe, no ven la hora de independizarse del régimen del 78. En cuanto acaben de zamparse el cordero, se ponen a la labor, ¿verdad, señor Colom?