Dado que no parece haber bofetadas para ofrecerse como observador internacional del referéndum del 1 de octubre —¿tanto le costaría a Yoko Ono abandonar unos días su apartamento de El Dakota?—, nuestro tuitero en jefe ha tenido la brillante idea de proponerle a la ONU —ya se sabe, la organización que obliga a Junqueras a celebrar el referéndum de autodeterminación— que el Diplocat sea considerado una entidad de observadores internacionales y pueda, de esa manera, supervisar que todo transcurre como Dios manda el 1-O.
Realmente, hay que ser muy tonto o estar muy desesperado para hacer semejante propuesta: un organismo que depende de Puigdemont es propuesto como observador de un referéndum organizado por Puigdemont. Si cuela, cuela. Pero, claro está, no ha colado. En la ONU se han quitado de encima la propuesta sin comentarla por escrito, no sea que luego, como tienen por costumbre, los independentistas interpreten el texto como más les convenga, siguiendo el ejemplo de ese Junqueras que asegura que la ONU le obliga a celebrar el referéndum de marras.
Hay que ser muy tonto o estar muy desesperado para hacer semejante propuesta: un organismo que depende de Puigdemont es propuesto como observador de un referéndum organizado por Puigdemont
Cocomocho tiene tiempo para todo. Mientras envía sus propuestas peregrinas a la ONU, sale en defensa de Artur Mas para rebatir las informaciones de El Español según las cuales el Astut estaba detrás de todas las mangancias posibles del 3%, convenientemente ayudado por su secuaz Germà Gordó. No va a conseguir que dejemos de pensar que el Astut es al 3% lo que Rajoy a la Gürtel —impresionante declaración la de Don Tancredo, por cierto, con su mejor cara de yo-no-fui e interpretando de maravilla el papel de tonto del pueblo o de víctima del timo de la estampita—, pero demuestra que es de bien nacidos ser agradecidos y que recuerda perfectamente quién lo sacó de su sumidero gerundense para elevarlo a las más altas instancias del paisito.
De ahí debe venirle la astucia de la que ha presumido en una cena privada —con grandes fans del prusés como Suso de Toro y Ramón Cotarelo, ¡Dios nos libre de los amigos de Cataluña!—, al comentar que ya se había hecho con las urnas sin que se enterara el pérfido Estado español. ¿Será verdad? En ese caso, ¿quién se las ha vendido?, ¿dónde las tiene almacenadas?, ¿no le tocaba al Junqui encargarse del asunto?, ¿y si no es cierto, pero necesitaba fardar de algo tras el feo de la ONU?
Este hombre se rinde enseguida: ¿por qué no presenta como observadores internacionales a Òmnium y la ANC, entidades imparciales y prestigiosas donde las haya?