Hace unos días, el Muy Honorable Puigmelón (tengo derecho a variar de seudónimo, ¿no? Este es de un amigo cuya identidad no revelaré para ahorrarle problemas en el diario en el que trabaja) se fue a Llefià, Badalona, y fue abucheado a conciencia por una gran parte del público congregado donde nuestro hombre pretendía soltar un discurso. Los quejosos gritaban "¡Fuera!, ¡fuera!, ¡España!, ¡España!" y groserías por el estilo. Y con tanta vehemencia que el president se quedó compuesto y sin discurso.
Esto lo hemos sabido todos, salvo los que siguen la actualidad exclusivamente a través de TV3, donde el abucheo nunca tuvo lugar. Menos mal que un tuit de Mercè Rius, consellera de calidad ambiental, ha informado del tema al cebolludo medio, aunque únicamente haya sido solo para aclarar que solo abuchearon a su jefe los fascistas, mientras los demócratas lo aplaudían a rabiar, como no podía ser de otro modo, pues ya sabemos que todo lo que hace Puigmelón es, por definición, democrático, mientras que quien le lleva la contraría es, también por definición, un fascista.
Así es el sistema habitual de TV3 ante todo lo que no es de su agrado: cualquier disensión es fascista, no existe o las dos cosas a la vez
Lo de TV3 no es sorprendente, pues es una muestra más del sistema habitual de la casa ante todo lo que no es de su agrado: cualquier disensión es fascista, no existe o las dos cosas a la vez. Lo sabemos muy bien todos los que nos hemos pronunciado de forma poco favorable al nacionalismo: para TV3, ni existimos ni nuestros libros se han publicado jamás. Evidentemente, nuestra presencia no es requerida en ninguna tertulia, ni que sea para lincharnos. A lo máximo que ha llegado la nostra es a instaurar la figura del unionista de guardia --muy bien representada, por cierto, por Nacho Martín Blanco y Joan López Alegre, a los que se intenta destruir sin éxito cada vez que salen, generalmente con la participación entusiasta del moderador--, vista como un peaje inevitable para dar impresión de ecuanimidad (la dirección del programa ya se encarga de elegir los comentarios más insultantes del respetable a su respecto para ponerlos en la franja inferior de la pantalla mientras hablan los réprobos).
Se trata de dar cuartelillo a los propios y negar la existencia de los ajenos. Y como, si no sales por la tele, no existes, la jugada suele salirles bastante bien a los censores de TV3, que, en cuestión de libros contra el prusés, acostumbran a contar con la ayuda de casi toda la prensa española, que no dice ni pío al respecto porque, como muy bien afirmaba Savater, ser nacionalista es malo, pero ser antinacionalista es mucho peor.
Y así se van fabricando los procesistas una Cataluña ideal, donde el 98% de la población quiere la independencia, la disidencia no existe y el paisito es una gran piña en torno a sus caudillos providenciales. Se impone un choque con la realidad, no hace falta añadir trenes, a la vuelta de vacaciones.