Hay que ver lo mal que sentó entre nuestros nacionalistas la visita de Soraya Sáenz de Santamaría para contribuir a que la fiesta de Sant Jordi se convierta en patrimonio inmaterial de la humanidad. Los políticos se dieron por ofendidos, como si en España solo leyeran libros los catalanes. La Asociación de Editores en Lengua Catalana consideró que la señora vicepresidenta pretendía instrumentalizar nuestra bonita fiesta del libro y la rosa, e Isabel Martí, homóloga de Soraya en dicha asociación, hasta presentó la dimisión, que me parece una sobreactuación en toda regla. Curiosamente, a nadie de todos estos humillados y ofendidos, como diría Dostoievski, le parece que echar a la calle a 5.000 voluntarios para dar la tabarra al transeúnte sobre el referéndum sea instrumentalizar la fiesta de marras (como esos mil puntos fijos en los que el patriota de pro puede estampar su firma, ¡y más vale, ya que el número registrado por la asociación pro referéndum, mal vista por la ANC, no crece al ritmo deseado!).
O sea, que lo de Soraya está muy mal pero a nadie de todos estos humillados y ofendidos le parece que echar a la calle a 5.000 voluntarios para dar la tabarra al transeúnte sobre el referéndum sea instrumentalizar la fiesta de marras
O sea, que lo de Soraya está muy mal, pero lo de los 5.000 pelmazos está muy bien. Yo creo que lo suyo sería mostrar cierto agradecimiento a la vicepresidenta del Gobierno central por apoyar una idea tan peregrina como la de que el día de Sant Jordi devenga patrimonio intangible de la humanidad, pues solo es una celebración hipócrita con la que intentamos convencer al mundo de que los catalanes nos pasamos la vida leyendo libros. Por no hablar del complemento de la rosa: parece que aquí, dado nuestro natural gregario, a la gente hay que decirle hasta qué día tiene que regalarle flores a la parienta, pues a nadie se le ocurre hacerlo motu proprio en cualquier momento del año que se le antoje. También a muchos hay que decirles cual es el día en que están obligados moralmente a comprar un libro, ya que el resto del año no se les pasa jamás por la cabeza semejante extravagancia. ¿Y a esa funesta celebración pretenden, con la complicidad del Gobierno español, convertirla en patrimonio inmaterial de la humanidad? ¿Inmaterial cuando es el día en que se venden más libros y todos los implicados en el negocio literario ganan más dinero? ¿Qué hay en eso de inmaterial?
Este año, por si no teníamos bastante con todos esos walking dead que van por la calle con la mirada perdida y un libro en una mano y una rosa en la otra, ha habido que aguantar a los 5.000 atorrantes del referéndum, como si el día de Sant Jordi no diera ya suficiente pena y grima.