Gracias a la súper subvencionada Plataforma per la Llengua, cualquier patriota de piedra picada puede contribuir a generar mal rollo en Cataluña; para ello, le basta con descargarse la aplicación CatalApp, que en teoría es para valorar el uso del catalán en los comercios, pero en la práctica es una ventanilla para denunciar a los que se resisten a hablar catalán en su propia tienda. Teresa Giménez Barbat ya ha llevado el temita a Europa y está a la espera de un comunicado oficial al respecto, pues la cosa le suena a caza de brujas y fomento de la delación.
La tecnología es lo que tiene. A unos se les ocurren apps para pedir comida a domicilio o bajarse canciones, y otros prefieren desarrollar un arma para soplones patrióticos financiada con el dinero de todos. Y encima, ni una palabra de homenaje al pionero de la delación, Santiago Espot, acusica oficial de la Cataluña pre-tecnológica, al que muchos nos imaginábamos deambulando por Barcelona con un boli y un cuaderno, apuntando las tiendas a las que pensaba denunciar por no rotular en catalán o algo igualmente grave. ¿Tanto les habría costado bautizar la aplicación como SantiApp o CatEspot? Yo creo que el hombre se lo merece, pues lleva muchos años envenenando el ambiente sin recibir gran cosa a cambio. No sé cómo lleva lo de la multa por repartir pitos en los campos de fútbol, pero no registro una gran solidaridad hacia él y sus cuitas. A diferencia del Astut o de su fiel Quico, a Espot no lo acompaña al juzgado ni su padre, y alguna vez que se ha apuntado la posibilidad de un crowdfunding para ayudarle a pagar el contundente multazo, solo se han oído silbidos y se ha visto a gente --no mucha-- mirando hacia otro lado.
¿Tanto les habría costado bautizar la aplicación como SantiApp o CatEspot? Yo creo que el hombre se lo merece, pues lleva muchos años envenenando el ambiente sin recibir gran cosa a cambio
Espot contradice la teoría nacionalista de que todo vale para el convento. Al pobre no me lo tienen en cuenta ni los suyos, que parecen considerarlo un botarate dedicado a repartir silbatos, un bufón del prusés aún más siniestro que Toni Albá, que ya es decir. Para el buen Santiago, ni cargos, ni crowdfunding ni paseíllos gloriosos al juzgado. Ni tan siquiera el reconocimiento como el pionero de CatalApp, como el visionario que inició en Cataluña la delación patriótica, como el primer soplón de la nación oprimida y opresora a la vez. Todo ese amor a la patria tan poco correspondido me resulta descorazonador, francamente.
Santiago, en verdad te digo que este país de ingratos no te merece.