Hace tiempo que el nacionalismo se confunde por aquí con el progresismo, hasta el punto de hay quien cree que España se divide en dos grandes bloques, los catalanes y los fachas. ¡Como si aquí no tuviésemos fachas! Nos lo ha recordado recientemente Josep Piqué y todo el mundo se lo ha tomado a pitorreo porque, como es del PP, partido fundado por el franquista Fraga, arrastra una especie de pecado original. Que le pregunten a Arcadi Navarro, secretario de Universidades de la Generalitat si hay fachas en Cataluña, pues los tiene a dos pasos: son los estudiantes que han colgado fotos suyas con la leyenda "recuerda que eres mortal" --que si no es una amenaza de muerte, se le parece mucho-- y los que ya montaron unas buenas tanganas cada vez que se manifestaban los alumnos de SCC en la UAB. Es en el frente de juventudes nacionalista donde se encuentran más intolerantes, más aspirantes a miembro de la Banda de la Porra, más fachas. Pero esos fachas se hacen llamar antifascistas, lo cual convierte en fascista a cualquiera que les caiga mal.
La revolución de las sonrisas se está llenando de gente con muy mala uva y escasísima paciencia ante las opiniones contrarias
La revolución de las sonrisas se está llenando de gente con muy mala uva y escasísima paciencia ante las opiniones contrarias. Y como son catalanes, no contemplan la posibilidad de ser también fachas. Cada uno en su sector, van todos a una para imponer su criterio, ya sea amenazando a un alto cargo universitario, forzando la retirada de una instalación artística en el Fossar de les Moreres o friendo a tuits a cualquier tertuliano del panfleto nocturno de Xavier Graset que se les antoje mínimamente desafecto a la Gran Causa.
Contra lo que creen muchas de estas almas nobles nacionalistas, es perfectamente compatible la condición de catalán con la de facha, y el hecho de que Piqué forme parte de un partido lamentable no quita para que la verdad sea la verdad, dígala Agamenón o su porquero. La intolerancia se va extendiendo entre nosotros con la comprensión y la complicidad de los políticos al mando y sus medios de comunicación comprados o domesticados. Hace tiempo que la mitad de Cataluña intenta eliminar a la otra mitad. Y aunque no es cierto lo que dice el liante de Eduardo Inda sobre la situación de la convivencia en Cataluña, supuestamente terrible y peor que la que se dio en el País Vasco en su momento, sí lo es que hay un gobierno que solo respeta a los catalanes que les dan la razón. Y a los demás, que los zurzan. Y luego se quejan si por ahí fuera los meten en el mismo saco que a Marine Le Pen o Geert Wilders.