A los lectores de una cierta edad les sonará el título de esta columna porque es una estrofa de una vieja canción de Nino Bravo que en estos momentos, previa traducción al catalán a cargo de Xavier Bru de Sala, podría interpretar Artur Mas, el hombre que hace como que se va, pero que en realidad sigue ahí, controlándolo todo.
Su famoso paso a un lado era falso, una añagaza para impedir que hubiera nuevas elecciones y a lo que queda de su cochambroso partido le volvieran a soplar diez o doce escaños. Señaló con el dedo al gran Cocomocho, se hizo con un despacho en el Palau Robert y desde ahí se dispone, o eso dice, a refundar Convergència --igual le cambia el nombre, pero el mejor, que sería Los Golfos Apandadores, mucho me temo que esté registrado por la filial española de Disney-- y a desempolvar el viejo concepto de La Casa Gran del Catalanisme.
Su famoso paso a un lado era falso, una añagaza para impedir que hubiera nuevas elecciones y a lo que queda de su cochambroso partido le volvieran a soplar diez o doce escaños
A partir de ahora, cuando pasemos de noche frente al Palau Robert, puede que veamos una luz encendida en la oscuridad general y será el flexo del despacho del Astut, versión nostrada de la lucecita de El Pardo. No en vano el señor Mas parece decidido a convertirse en el José María Aznar de Convergència. Subtexto de su molesta actitud: "¡No os libraréis de mí tan fácilmente!" No hay duda de que el Astut cree haberlo dejado todo atado y bien atado.
No estamos ante un jubilado dispuesto a ocupar en la Historia el papel que él mismo se ha otorgado, sino ante un liante en activo que quiere seguir controlándolo todo. Continúa hablando por los codos, cada dos por tres está en Catalunya Ràdio para que el sicofante de turno le haga un masaje (solo o en compañía de Pilar Rahola, su amiga, su biógrafa, su cheerleader), cíclicamente le recuerda con sutileza a Cocomocho quién lo ha puesto donde está y así sucesivamente.
¿Su principal misión? Ensanchar la base del soberanismo. Es decir, pasar del principio de realidad y seguir trabajando con ahínco para que Cataluña sea como él pretende que sea, no como es (igual que Carme Forcadell cuando dice que hay que tratar con respeto a la minoría unionista, tan minoritaria que supera en número a los independentistas).
El Astut, como todos los representantes del Movimiento Nacional, sabe que nunca se saldrá con la suya, pero le da igual porque el movimiento se demuestra andando y, aunque nunca llegue a Ítaca, se trata de que el trayecto resulte entretenido. No nos lo vamos a quitar de encima en la vida.