Nuestro hombre en Madrid
Cuando Ferran Mascarell se quedó fuera de la administración Puigdemont, muchos nos preguntamos si Convergència se libraría de él, tras agradecerle los servicios prestados a la cultura y a la Cataluña soberana, o si nos lo recolocaría en alguna parte.
Mascarell llegó a unos extremos de patetismo pelotillero con Mas que suscitaban vergüenza ajena, como cuando le dijo aquello de "president, estàs fent història"
Ambas posibilidades resultaban verosímiles. Eran legión en Convergència los que no lo podían ver ni en pintura --pensemos en las prisas de Xavier Trias al designar a Joaquim Forn como su sucesor, no fuese que al amigo Mascarell le diera por revivir los tiempos en que aspiraba a la alcaldía de Barcelona--, tal vez porque pensaban que a alguien capaz de traicionar a sus compañeros políticos de toda la vida, no le temblaría el pulso a la hora de hacer lo propio con una gente a la que acababa de conocer y a la que hasta hacía cuatro días ponía públicamente de vuelta y media.
Plenamente consciente de tan molesta hostilidad, Mascarell optó por concentrar todas sus maniobras de arribista en Artur Mas, de quien se convirtió en sicofante máximo, llegando a unos extremos de patetismo pelotillero que suscitaban vergüenza ajena, como cuando le dijo aquello de "president, estàs fent història". El Astut le había elegido y su sobreactuación unía el agradecimiento a la necesidad.
De hecho, la oferta se había producido en la sede del PSC, donde Mascarell participaba en una reunión sobre política cultural. Según me contó Joan Ferran, a Mascarell le sonó el móvil, el hombre salió al pasillo a atender la llamada del Astut y cuando se reincorporó a la reunión fue para informar a los presentes de que se pasaba al enemigo a la voz de ya. De la misma manera que los italianos empezaron la Segunda Guerra Mundial en un bando y la terminaron en el otro, ese día, en la sede del PSC de la calle Nicaragua, Mascarell entró como socialista y salió como convergente (o asimilado).
Ahora nos lo envían a Madrid para contribuir, digo yo, a gestionar la desconexión, pues no se puede dejar todo en manos de Quico Homs
Ahora nos lo envían a Madrid para contribuir, digo yo, a gestionar la desconexión, pues no se puede dejar todo en manos de Quico Homs. Puede que algún ingenuo pensara que igual se jubilaría y se pondría a escribir todos esos libros que almacena en su mente privilegiada de pensador sin obra, pero era muy poco probable en alguien que ha dedicado la mayor parte de su tiempo a medrar mientras hacía como que pensaba. En Madrid hay mucho poder y siempre puede caerle alguna oferta interesante. Igual el PP considera que Mascarell es la persona ideal para encargarse de la cultura española y él, para no hacerles un feo, se aviene a echarles una mano, no en vano su voluntad de servicio (a sí mismo) es legendaria.