Entre todos los sicofantes del nacionalismo, hay uno que brilla con luz propia y que podría ganar cada año un hipotético concurso de patriotas a sueldo, tal vez ex aequo con Pilar Rahola, la Verdulera Mayor del Régimen. Me refiero, claro está, a Miquel Calçada (antes Calzada), un hombre que ha sabido unir como nadie el amor a la patria con el lucro y el medro personales, como demuestran todas esas emisoras de radio que siempre se le han concedido a dedo y todos esos programas que le encarga TV3 para delectación de sus fieles.
El antiguo Mikimoto acaba de volver a la seva con una nueva edición de 'Afers exteriors', programa con el que nuestro hombre mata dos pájaros de un tiro: viajar sin tasa a costa del contribuyente y llevar la buena nueva independentista por el mundo a cambio de unos emolumentos que a él se le deben antojar muy discretos. Esta vez, según él mismo anunció, nos va a llevar a sitios que se han convertido en Estado recientemente, para que todos veamos lo que mola el Estado propio y sigamos batallando con los perversos españoles para conseguirlo.
Mikimoto nos va a llevar a sitios que se han convertido en Estado recientemente, para que todos veamos lo que mola el Estado propio y sigamos batallando con los perversos españoles para conseguirlo
Si Mikimoto se encarga del frente internacional en TV3, el frente doméstico queda en manos de Quim Masferrer y su programa 'El foraster', que consiste, básicamente, en visitar pequeñas localidades catalanas para recordarles a sus habitantes que su pueblo es lo mejor de Cataluña, y Cataluña lo mejor del mundo. Da igual si el pueblo es bonito o feo, si tiene algún interés arquitectónico o si es una birria carente del menor aliciente: a Quim, todos le parecen estupendos.
Pongamos que me lo envían a un sitio espantoso al que bautizaré, para no ofender a nadie, como Vilamerda de l'Arquebisbe. Ahí se materializará el bueno de Quim con esa gracia que Dios le ha dado --como caricato de aldea, el hombre está en su elemento en el medio rural, pues tiene más que ver, salvando el idioma, con Paco Martínez Soria que con el gran Joan Capri-- y participará de la vida sencilla del populacho, al que hará reír con su gracejo simpar mientras refuerza su autoestima.
Como de costumbre, entrevistará a algunos vecinos, entre los que figurará, como siempre, algún viejo simplón que rebuznará unas vulgaridades y unos tópicos que al señor Masferrer se le antojarán cimas del pensamiento profundo catalán. Puede que el viejo en cuestión nos parezca a algunos el tonto del pueblo, pero Quim nos lo presentará como si se tratara del Séneca de la localidad.
De momento, el terreno está repartido entre el titular del cargo de Trepa Máximo y el aspirante al mismo, pero si yo fuera Mikimoto, no me confiaría: el joven Masferrer apunta maneras y su pasión por el patriotismo remunerado crece a diario. Intuyo una próxima lucha de titanes del medro.