Cada vez que alguien plantea la posibilidad de una Gran Coalición entre PP y PSOE en vistas a la estabilidad política de la nación, dudo entre echarme a reír o a llorar. ¡Pero, hombre, si esas cosas aquí no pasan!. Son rarezas de extranjeros, de gente razonable que tiene claras sus prioridades: en Alemania, socialdemócratas y democristianos han sido capaces de gobernar juntos porque allí el que no piensa como tú es un adversario político, mientras que aquí es un enemigo a borrar de la faz de la tierra, un fascista de manual o un rojo de mierda; un ser despreciable, en suma, al que odias profundamente y al que, si no hubiera consecuencias, estrangularías con tus propias manos.
Si la coalición entre las dos fuerzas más votadas no tendrá lugar es porque resulta la opción más razonable hasta para quienes no hemos votado ni a una ni a otra
Puede que en Alemania lo importante sea unir esfuerzos para salir de la crisis económica, pero en España lo importante es odiar, ya que el odio nos define, nos hace sentir mejores personas y nos da la vida. Si en la bandera de Brasil figura la leyenda "Orden y progreso", en la nuestra –rojigualda o tricolor, da igual- debería poner "Cuanto peor, mejor".
Si la coalición entre las dos fuerzas más votadas no tendrá lugar es porque resulta la opción más razonable hasta para quienes no hemos votado ni a una ni a otra. ¿Pero quién quiere ser razonable en España? Aquí, la derecha y la izquierda siguen como en los años 30, cargadas de odio y resentimiento, y son como el protagonista de aquel chiste eslavo en el que a un pastor se le aparece un genio y le ofrece un deseo; tras mucho cavilar, el pastor clama: "¡Que se muera la cabra del vecino!".
A nuestros políticos les gusta ganar, claro, pero aún les gusta más que el enemigo pierda y, a ser posible, se autodestruya. Lo mismo les sucede a sus votantes: basta con leer las burradas que aparecen en las redes sociales para comprobar que impera el odio al contrario y que casi todo el mundo sueña con la muerte, lenta y dolorosa a poder ser, de la cabra del vecino.
Los líderes predican con el ejemplo. Sientas a Rajoy delante de Sánchez y éste le llama "indecente" al otro, que a su vez lo tilda de "ruin" (o de "Ruiz"). ¿Cómo se van a coaligar sus partidos si ellos mismos son incapaces de mantener una cierta educación al discutir? Ya sabemos que Rajoy no es Cameron y que Sánchez da vergüenza cuando comparas su discurso con el de Manuel Valls o Anne Hidalgo, convenientemente imbuidos de valeurs republicains, pero es que de la (llamada) Nueva Izquierda tampoco llega nada que no sea ánimo de venganza, guerracivilismo, grosera superioridad moral y un ridículo tono revolucionario que no sirve para nada en las circunstancias presentes.
La concordia en aras del bien común no es un concepto español. Aquí se impone el 'Puerto Hurraco state of mind: Te odio y si pudiera te mataba'. Y así nos va.