No conozco de nada a Albert Rivera. Nunca me lo han presentado y solo le he visto por televisión. Aunque voto a Ciudadanos, mentiría si dijese que su líder es para mí algo más que un enigma interesante y un señor que suele decir cosas con las que acostumbro a estar de acuerdo. Me parece un tipo ambicioso, hábil y con una labia apabullante. No sé si es de derechas o de izquierdas, y puede que él tampoco lo tenga muy claro, pero empieza a gustarme esa indefinición centrista en un país como España, famoso en toda Europa por tener una derecha infame y una izquierda imbécil. Me conformo con que sea el liberal reformista que dice ser, pero ni de eso estoy seguro.
No sé cómo lo han logrado, pero se han dado cuenta de que ese chaval con cara de yerno ideal es la síntesis perfecta entre José Antonio, Franco, Lerroux y Leon Degrelle
Quienes sí lo conocen como si lo hubieran parido son, precisamente, los que no lo soportan. No sé cómo lo han logrado (¿ciencia infusa, tal vez?), pero se han dado cuenta de que ese chaval con cara de yerno ideal es la síntesis perfecta entre José Antonio, Franco, Lerroux y Leon Degrelle. Que lo han calado, vamos, que a ellos no se la dan con queso. Ellos saben hace tiempo que Ciudadanos es una jugada del Ibex 35, la marca blanca del PP y hasta un invento del grupo Prisa, como acaba de descubrir un lumbreras valenciano que ha publicado un libro al respecto (yo rondaba por Ciutadans cuando la fundación del partido y no recuerdo una hostilidad comparable a la de El País, dejando aparte la lógica inquina de los soberanistas). Ellos saben que el programa electoral de Ciudadanos equivale a la aniquilación de la clase obrera y al fin de la España de las autonomías. Y si yo no me he enterado es porque no he querido o porque, simplemente, soy un facha, aunque siempre me haya considerado un ciudadano progresista.
El PP, por su parte, se ha dado cuenta de que Albert, bajo su apariencia inocua, es un bolchevique peligrosísimo. Y el PSOE tiene muy claro que está ante un pijo de Barcelona con peligrosas pulsiones derechistas. Parece que de lo que se trata es de desautorizarle permanentemente desde un supuesto conocimiento del menda que sorprende por su exhaustividad. Y de paso, cargar contra un partido que nació en las condiciones más adversas posibles y se ha hecho rápidamente un sitio en el panorama político español. Siguiendo esa línea de pensamiento, supongo que yo les voto para medrar, aunque nunca haya cruzado ni una palabra con Rivera y mi único amigo destacable del partido sea el único que ha caído en desgracia, Jordi Cañas (lo cual dice mucho sobre mi habilidad para el medro).
Todos han calado a Albert menos yo. ¡Qué listos son!