La frase que da título a este artículo la pronunciaba Antonio Banderas en 'Átame', pero al paso que va, no me extrañaría escuchársela un día de estos a Artur Mas, presidente eterno en funciones de la Generalitat de Catalunya. Hace tiempo que muchos pensamos que se le ha ido la olla, pero se resiste a reconocerlo con la contundencia empleada por Banderas en la película de Almodóvar. Por el contrario, intenta pasar por cuerdo en cada una de sus apariciones públicas, aunque con éxito decreciente.
Es una lástima que la infinita capacidad de destrucción de este hombre no pueda ponerse al servicio de una buena causa, ya que si consiguiéramos, por ejemplo, infiltrarle en el Daesh, al islamismo radical le quedarían dos cortes de barba
La última, por el momento, ha sido de traca, pues en vez de reconocer que se ha cargado a CDC --como antes a Unió, al PSC y a ICV, aunque en estos casos se podía interpretar lo suyo como una estrategia de desgaste del adversario--, nos ha salido con que Democràcia i Llibertat, su nuevo invento, es el árbol cuyo fruto será una nueva Cataluña.
Es una lástima que la infinita capacidad de destrucción de este hombre no pueda ponerse al servicio de una buena causa, ya que si consiguiéramos, por ejemplo, infiltrarle en el Daesh, al islamismo radical le quedarían dos cortes de barba. También es triste que ese apetito por la aniquilación sea incapaz de aplicárselo a sí mismo: no hace falta llegar al suicidio, pero alguien más coherente pediría el ingreso en un monasterio trapense o, directamente, en una institución mental.
Aunque excepcionalmente dotado para la destrucción ajena, Mas no contempla la propia. Como capitán de barco --ya sabemos que le encantan las metáforas marineras--, saldría pitando el primero y allá se las compongan la tripulación y el pasaje. Como buen arribista, se considera sagrado, y si para no soltar la poltrona tiene que humillarse ante el Antoniu y demás iluminados de la CUP --esos campeones de la coherencia cuyo único error, para ellos irrelevante, es haberse equivocado de época y de país--, va y lo hace.
Si le dices que eso no es bueno para Convergència, se carga el partido de un plumazo y se inventa otro
Y si le dices que eso no es bueno para Convergència, se carga el partido de un plumazo y se inventa otro (con la colaboración de los saldos soberanistas de Unió y del club de fans del doctor Carretero, esa pandilla que atiende por Reagrupament porque suena mejor que Arreplegats).
Que el destino de una nación milenaria esté en manos de un bolchevique de estar por casa como el Antoniu es muy triste, pero aún lo es más que el aspirante a presidirla sea un funcionario enloquecido --o un mouton enragé, que dirían los franceses-- que solo piensa en salvar su propio pellejo. Volviendo a Almodóvar, ¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto?