Cataluña y Euskadi, las dos realidades nacionales más consolidadas de la moderna España constitucional, han disfrutado de unos estatutos de autonomía y una capacidad de negociación con el Gobierno de Madrid de la que salieron muy beneficiadas. En la actualidad el nacionalismo vasco, una vez superada la tentación de la violencia, ha decidido aprovechar las enormes posibilidades de formar parte de la cuarta potencia económica europea. Por el contrario, el nacionalismo catalán se ha embarcado en una aventura de dudoso éxito y navega a la deriva en un bucle sin retorno.

Una vez abandonada definitivamente la violencia como instrumento de acción política, Euskadi es hoy una sociedad mucho más madura que la catalana. El Gobierno Vasco de coalición PNV-PSE, es representativo de una sociedad civil que ha asumido que Euskadi tiene futuro si la cultura del esfuerzo, del trabajo bien hecho y la apuesta por la reindustrialización pasan a ser los ejes de la acción política y de la modernización del país. La sociedad vasca ha decidido apostar por superar la violencia y mirar hacia delante construyendo futuro.

El Gobierno vasco ha hecho una apuesta inequívoca por la industrialización del país aprovechando el contexto favorable de la existencia de los fondos Next Generation EU. Esta apuesta está concretada en el programa de inversiones Euskadi Next 21-26, que se concentra fundamentalmente en tres grandes sectores: la digitalización, la transición energética que se apoya en el impulso a las renovables y en la descarbonización de la economía y el área estratégica de la salud.

En el ámbito energético destaca el Proyecto del Corredor Vasco del Hidrógeno, una iniciativa que contribuirá al cambio del modelo energético y económico para "avanzar en la descarbonización de sectores estratégicos como el energético, industrial, movilidad y servicios". El hidrógeno será el protagonista en la transición de Euskadi hacia la neutralidad climática. Adicionalmente el Gobierno vasco pondrá en marcha un nuevo Plan de Ciencia y Tecnología dotado de 6000 millones de euros que acercará el gasto total vasco en I+D al 2% del PIB, colocándose a la cabeza de todas las autonomías españolas.

Mientras tanto, Cataluña sumida en una profunda crisis política y socioeconómica transmite malas sensaciones. Madrid arrebata a Cataluña el liderazgo del PIB español que durante décadas ostentó, el crecimiento del PIB catalán se ralentiza. La inversión extranjera también lleva tiempo perdiendo fuelle, según datos del Ministerio de Economía, entre 2012 y 2019 creció un 65% en el conjunto del Estado y solo un 40% en Cataluña. El debate identitario y la obsesión procesista ha provocado graves problemas de deslocalización de centros de decisión del tejido productivo y financiero catalán.

En el ámbito energético Cataluña está en el vagón de cola de las renovables, éstas solo representan el 30% de la potencia instalada frente al 54% en España. Nuestra primera empresa energética, Naturgy, heredera de Catalana de Gas y Gas Natural, puede pasar a ser controlada por un fondo australiano o terminar en manos de la energética vasca Iberdrola. Llama la atención que la situación de Naturgy no mereciera ninguna referencia en la campaña del 14F.

El último ridículo del Govern en funciones, el boicot al jefe del Estado en su visita a la emblemática factoría de Seat, pone en riesgo el anuncio de Volkswagen de una importante inversión industrial para la creación de un centro de producción de baterías para coches eléctricos. Mientras todas las CCAA compiten para aprovechar las oportunidades que generan los fondos europeos, la inexistencia del Govern convierte la gestión de dichos fondos en un caos. Las empresas catalanas puentean a la Generalitat y acuden directamente al Gobierno, que tiene la última palabra en los Next Generation.

Factor preocupante adicional es la frivolización de la violencia callejera por parte de las instituciones catalanas y sus medios de comunicación públicos, un hecho que puede tener una repercusión muy negativa en la imagen de la ciudad de Barcelona. Mientras que la mayoría de la sociedad vasca ha asumido las consecuencias negativas de la violencia, en Cataluña algunos medios de comunicación como TV3 intentaron minimizar e incluso justificar los graves altercados callejeros del pasado mes de febrero derivados del encarcelamiento de Pablo Hasél. Gracias a TV3, Bildu y Otegi ejercen una enorme fascinación en sectores conservadores de las clases medias procesistas procedentes del pujolismo. Siempre me ha llamado la atención la profunda admiración y simpatía que provoca un personaje como Otegi en la televisión catalana.

Cataluña atraviesa una crítica encrucijada, nuestro país necesita de un Govern que participe de forma decidida en la gobernabilidad de España, que apueste por la reindustrialización y abandone de forma definitiva la fascinación por la confrontación y las reivindicaciones estériles que acentúan la decadencia catalana y nos conducen al abismo. Con toda claridad, el Govern catalán debería apostar de forma decidida por la actual senda vasca.