El remangue convergente y el repliegue de Esquerra actúan como vasos comunicantes. La competencia interna se come de abajo arriba el cuerpo social del independentismo. Nunca hemos sabido para qué iba a servir la actual legislatura frente a la inalcanzable hoja de ruta de la anterior. Y ahora, mucho antes de su ecuador, la segunda estalla a causa de su empecinada reiteración. "Quim Torra no sabía que los ultimátums son un arma de negociación, no de combate", dicen con ironía en su entorno. Pero no todo está perdido. En el timón de la antigua Convergència, sobrevive la aspiración dialéctica de los rebotados. Entre ellos, Mercè Conesa, la presidenta del Puerto de Barcelona, que recupera el resuello a golpe de gestión, más cerca de la fontanería que de la pólvora.

El Parlament abre curso y lo cierra por bloqueo, en un abrir y cerrar de ojos. Torrent y la Mesa de la cámara catalana se acercan peligrosamente al desacato para salvar la mayoría indepe. No estamos ni "suspendidos" ni "sustituidos", dicen los diputados de Puigdemont afectados por el auto de Llarena. "Son diputados que han trasladado su acta a otras personas, de conformidad con el auto del juez", sostiene la portavoz, Isabel Celaá, con elegante displicencia. La palabra adecuada puede más que la sinrazón.

merce conesa

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En el palacio de la Ciutadella, la mayoría absoluta se esfuma por dos razones: la CUP es un enclave inmerecido de pretensión maximalista y los Comuns aborrecen los torrentazos, manejados por la mano que los mece (cada día menos) desde Waterloo. El núcleo duro del poder legislativo y sus inciertas alianzas se esfuman. La hojarasca esparcida por la desconfianza entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras se quema con la gasolina que le echa Torra, triste neófito en un oficio de tinieblas. El Puerto de Barcelona ha dejado de ser un presunto sujeto prevaricador desde que Sixte Cambra abandonó su presidencia. Cambra, exsenador por CDC, fue retenido en su despacho por la Guardia Civil durante un registro de su despacho en febrero del año pasado. Este ejecutivo, que presidió el Tenis Barcelona, mantiene un fuerte vínculo con el núcleo central de la antigua CDC, a través de su amistad personal con Artur Mas. El PDeCAT ha limpiado el cargo con una buena dosis de Conesa, que antes de incorporarse renunció a la presidencia de la Diputación de Barcelona, el desiderátum de su empeño más longevo: alcaldesa de Sant Cugat. Conesa preside el consejo nacional de PDeCAT, desde julio de 2016, un sillón ganado en las complejas primarias de Sant Vila, chivo expiatorio del nacionalismo falsamente bolchevizado, con la estelada pegada en el corazón.

En pleno estallido soberanista, la presidenta del Puerto se ha refugiado bajo la mole industrial y logística del hinterland más potente del Mediterráneo. Hoy presume con razón de la demanda renacida de los cruceros que atracan frente al World Trade Center para poner la proa en dirección al Mar Tirreno y alargar su cabotaje hasta el Egeo. Sin embargo, más allá de su versión tecnocrática, Conesa mantiene un corazón político, como exponente de la vía dialéctica del PDeCAT, con capacidad, se dice, para remedar la ideología opaca y excluyente de su partido.

En los aledaños de las Golondrinas, origen de una ensenada de hormigón que alcanza hasta el faro, el Puerto de Barcelona conserva con celo a sus viejos del lugar, enciclopedias vivientes del recuerdo frente al mar. Gentes cansadas del dolor de muelas de la política cruel de nuestros días, y que llaman al mal tiempo, esbozando la silueta del Uruguay, aquel vapor de combate que transportó en su sentina a Lluís Companys y el resto de los detenidos después de 6 de octubre del 34. Companys proclamó la República catalana y al día siguiente fue detenido junto a Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau Ruiz y el presidente del Parlamento, Joan Casanovas. Como es bien conocido, el general Batet, dictó un bando de guerra, por orden del Gobierno republicano de la CEDA y Alejandro Lerroux, que acabó con la detención de los políticos catalanes; entre ellos, además de los citados, el alcalde Pi i Sunyer, antepasado (primo de su abuelo) de Viver i Pi-Sunyer, exmiembro del Constitucional y el jurista que ha diseñado la arquitectura de la doble legalidad del procés, consagrada el 6 y 7 de setiembre del 2017 en el Parlament, con las dos leyes de desconexión.

¿Es fácil comparar la alianza entre la CEDA y Lerroux con el binomio PP-Cs de hoy? Fácil, fácil, tanto como comparar la sentencia del Constitucional contra el Estatut en 2010 con la suspensión de Llei de contractes de conreu de Amadeu Hurtado, en la etapa republicana. Y sin embargo, son dos detonantes muy alejados entre sí; dos momentos históricos sin extrapolación común, sobre cuya concomitancia, el soberanismo edifica castillos de melancolía; nada más. A estos veteranos que rememoran el Uruguay no les resulta sencillo adivinar en qué se han convertido los almacenes portuarios (tinglados) que flanquea en barrio de la Barceloneta. El viejo Moll de la Fusta, su reloj conservado, la torre de las aguas o el mismo gasómetro son imágenes poderosas que retienen la poesía --"l'ofici que més m'agrada...", escribió Papasseit y cantó Ovidi-- sobre los muelles de carga.

Conesa se ha puesto a cubierto bajo el ropaje de la gestión del gran conglomerado logístico que alimenta nuestro comercio exterior. Ella sabe muy bien cómo decaen las inversiones extranjeras y es testigo directo de los trenes de mercancías que atraviesan sus andenes, camino de otros puertos competitivos del mismo mar; ya no vale quejarse del Corredor del Mediterráneo, después del plantón de Torra a los 1.500 empresarios del levante español, el pasado día 27 de setiembre. Los nubarrones son el fruto de la irresponsable poltrona nacionalista.