El alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, durante una convocatoria con vecinos para abordar la crisis del desalojo del B9 Europa Press
Aporofobia no, gracias
"Albiol: el control de las fronteras no es de su competencia, pero la gente es de su incumbencia"
Me ha recordado al gran Ovidi Montllor: Per ordre de l'alcalde/ Es fa saber a tothom/ Que una fera ferotge/ Del parc s'escaparà/ Es prega a les senyores/ Compren força aliments/ I no surten de casa/ Fins que torne el "bon temps...". Sí, la canción titulada La Fera Ferotge; es decir, los inmigrantes desalojados por Xavier García Albiol.
Qué miedo dan estos okupas, ¿no? Los meto debajo de un puente y ya se apañarán con ellos los vecinos. Por favor, alcalde, esto es vergonzante. Sofocante. Abochornante. Espeluznante. Acabe como acabe, el desalojo es una gesta fundacional. Una profilaxis racial. Un aquí mando yo, mientras “no cambien las leyes ni controlemos las fronteras”. Tiro la piedra y escondo la mano.
Su gobierno municipal es sensible y ayuda a las personas “independientemente de donde hayan nacido”, afirma el edil. Pero si se les proporciona sustento a los 400 desalojados, “el año que viene vendrán 4.000”. Apotegma malthusiano ¿Y por qué no 40.000 ahora que la población inmigrada crece en progresión geométrica? Vienen, atraviesan mares y desiertos y tienen sus motivos: hambre, guerra, desempleo crónico y cambio climático.
Albiol: el control de las fronteras no es de su competencia, pero la gente es de su incumbencia. ¿Cuántos miles de aporos viven entre nosotros? Ellos no tienen paisaje, ni camino y no merecen el desprecio. El golpe institucional del desalojo está en la retina de los ansiosos por librarse de los migrantes; estos últimos poseen la cualidad indestructible de los recuerdos ligados a la infancia.
El amor no puede estarles vedado porque los extremos del tiempo se tocan envueltos por un velo transparente. Con o sin papeles, viven en Europa, un entorno democrático, cuyos valores se ponen hoy en jaque ante los dados del destino.
La bella Badalona luce atardeceres que recuerdan el efecto sobrenatural del Egeo. Pero ellos, ateridos en la noche gélida, no lo saben. No les queda resuello para pisar la arena de nuestra playa. Euroasia no empieza en el Adriático; empieza en Badalona.
“Qué bonito es Badalona en invierno y en verano, con mantilla y barretina, a la sombra y al solano...”. Aquel pasodoble que tantas veces se oye en las campañas electorales y se desoye en las noches de catacumba de los criminalizados sin techo. Albiol descarta ofrecerles ayuda: “Es inviable”.
El palo que no se atreve a utilizar Junts con Sílvia Orriols es el azote de Albiol; como siempre, él da el paso ultra, aunque sea nacionalpopulista. Albiol se ha infiltrado entre la xenofobia y la ineficacia del Parlament, que lleva varios años con el reglamento legislativo de los sintecho, atascado en las deliberaciones.
El alcalde tiene buena muñeca. Sus emblemas navideños son más que los de la plaza de Sant Jaume, pensando en el futuro que le promete Feijóo, el de la falsa moneda.
La noche del 24, Misa del Gallo; el 25, fum, fum, fum... y a los desalojados que le den carn d’olla. Albiol es un hombre altivo, en doble sentido, porque mide dos metros. Es astuto y áspero. Difunde el odio al pobre, la maldita aporofobia.