En España, el juego de azar más emblemático es la Lotería de Navidad. En ella participa la mayoría de los españoles, incluidos quienes no juegan a ningún otro sorteo durante el resto del año. En el pasado ejercicio, dos cifras dejan clara su enorme popularidad: 27,1 millones de personas (66,7% de la población adulta) tenían un décimo o una participación de dicho sorteo, y el importe destinado a él supuso el 12% del gasto anual en juego. Dos porcentajes muy elevados, imposibles de encontrar en una lotería de cualquier otro país europeo.
El principal objetivo de los juegos de azar es lograr algún premio, especialmente el de mayor cuantía. No obstante, la lotería de Navidad no destaca por el importe de sus gratificaciones ni por las posibilidades de que resulte premiado un décimo. En el Euromillones, en algunas ocasiones un jugador puede llegar a ganar más de 200 millones de euros con una inversión de tan solo 2,5 euros. En el sorteo de El Niño, la probabilidad de obtener una recompensa es del 37,8%, mientras que en el del 22 de diciembre solo de un 15,8%.
La Lotería de Navidad constituye un sorteo especial, pues hace feliz a muchos de los que juegan, aunque no les toque nada. Entre ellos están los que lo hacen para mantener la tradición, compartir la suerte o el infortunio con los compañeros de trabajo, amigos y familiares, o para apoyar a algunas asociaciones o colectivos. Es el caso de quienes adquieren papeletas vinculadas a una AMPA, grupo de estudiantes o club de ajedrez.
En 2024, solo el 2,5% del dinero jugado en sorteos de Loterías y Apuestas del Estado procedió de jugadores online. La mayoría continúa acudiendo a las administraciones para comprar sus décimos, a pesar de que les resultaría mucho más cómodo hacerlo a través de aplicaciones digitales. Por ello, en los días previos al sorteo, los establecimientos más icónicos registran colas de más de un centenar de personas. Una espera probablemente explicada por la tradición y la superstición.
Para mí, el 22 de diciembre siempre será uno de los mejores días del año, tanto si me toca un premio como si no lo hace, pues recuerdo la pasión con la que vivían el acontecimiento mi madre y mis tías. Me permite viajar en el tiempo, concretamente hasta la década de los 70 del pasado siglo, ya que el sorteo apenas ha cambiado. Salvo el paso del blanco y negro al color, la retransmisión televisiva tampoco ha variado de forma significativa.
No obstante, reconozco que la Lotería de Navidad corre el riesgo de dejar de ser lo que ha sido durante décadas, pues una parte sustancial de los jóvenes la tiene en poca o ninguna estima. Para ellos, el 22 de diciembre es simplemente un día más, en el que tiene lugar un sorteo escasamente emocionante. Por eso, muchos no compran ningún décimo y, si poseen algunas papeletas, es más por compromiso que por deseo.
Los principales motivos de preocupación son los siguientes:
1) El aumento de la competencia. En las últimas décadas, el número de juegos comercializados por la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) ha aumentado sustancialmente. Además, en Catalunya, la Generalitat ha creado cinco sorteos, entre ellos la Grossa de Cap d’Any, un rival directo de El Gordo. Sin embargo, la principal amenaza no proviene de las otras loterías, sino de las apuestas en línea, pues permiten jugar en cualquier momento y desde cualquier lugar.
En 2024, según CEJUEGO, los ingresos generados por el juego ascendieron a 11.888 millones €, una vez descontadas las ganancias de los jugadores. De dicha cuantía, un 87,5% procedió de la modalidad presencial y un 12,5% de la online. No obstante, entre 2019 y 2024, el dinero proporcionado por la segunda opción creció a un ritmo mucho más elevado que el facilitado por la primera (100,3% frente a 8,8%).
En el pasado ejercicio, los ingresos del juego online llegaron por tres vías: las apuestas deportivas (42%), las máquinas (32,9%) y los juegos de casino, ruletas y póker (25,1%). La recaudación aportada a las empresas comercializadoras por la primera fuente superó en más de un 300% a la obtenida por las quinielas para la SELAE. Un dato que refleja el escaso atractivo de los boletos deportivos tradicionales y la necesidad de adaptar su diseño a las preferencias actuales de los consumidores.
2) Los impuestos. Hasta 2012, los premios de la Lotería Nacional estaban exentos del pago de impuestos. Por tanto, el importe premiado coincidía con la cuantía percibida por el jugador. En 2013, finalizó la exención, al establecer el ministro Cristóbal Montoro un gravamen del 20% sobre cualquier gratificación superior a los 2.500 €. De un año a otro, los agraciados por El Gordo pasaron de recibir 400.000 a 320.000 €.
En el momento de su aprobación, Montoro aseguró que se trataba de una medida temporal, dando a entender que desaparecería cuando el déficit público dejara de ser un problema relevante para nuestro país. Sin embargo, no ha sido así, pues sigue vigente en la actualidad, a pesar de que en 2025 el desequilibrio previsto en las cuentas públicas solo será del 2,8% del PIB. En el actual año, los premiados con El Gordo percibirán 328.000 €, al estar desde 2020 exentos de tributación los primeros 40.000 € obtenidos.
3) El Gordo adelgaza. Las ventajas ofrecidas por el primer premio de la Lotería de Navidad vienen determinadas por tres factores: la cuantía de la gratificación recibida, el precio del décimo y el poder adquisitivo otorgado por el Gordo. El cociente entre las dos primeras variables, denominado multiplicador de la generosidad, indica la ganancia obtenida por cada peseta o euro invertido. Por tanto, cuanto mayor sea su valor, proporcionalmente más elevado será el beneficio logrado por el agraciado, y viceversa
En 1980, el precio del décimo era de 2.500 pesetas (15,02 €) y el primer premio ascendía a 25.000.000 de pesetas (150.253 €). En cambio, en 2025, el importe del primero es de 20 € y el del segundo de 400.000 €. No obstante, al estar sujeto a gravamen, la cuantía del último desciende hasta 328.000 €.
Aun así, en los últimos 45 años, el multiplicador de la generosidad ha evolucionado de forma favorable para los premiados, al pasar de 10.000 a 16.400 unidades. En relación al capital invertido, los agraciados con El Gordo consiguen ahora una rentabilidad bastante más elevada que la lograda hace cuatro décadas y media.
Sin embargo, la conclusión es distinta si se analiza la capacidad de compra del premiado entre ambas fechas. Entre el 1 de enero de 1981 y el 30 de noviembre de 2025, el importe del primer premio ha aumentado un 118,3%, mientras que el coste de la vida lo ha hecho en un 507,6%. Por tanto, su poder adquisitivo ha disminuido un 64,1%. Hace 45 años, el beneficiado pudo adquirir siete viviendas de 80 m2 en el Eixample de Barcelona, en la actualidad solo conseguiría una de 60 m2 en uno de los barrios de menor renta per cápita de dicho distrito.
4) El sorteo es aburrido. Es prácticamente el mismo desde hace 50 años, pues los organizadores apuestan decididamente por la tradición. A mi juicio, resulta excesivamente largo, escasamente emocionante y tedioso después de la aparición del primer premio. Por eso, creo conveniente introducir alguna dosis de modernidad, para lograr un mayor seguimiento de la retransmisión y despertar el interés de las generaciones más jóvenes.
Mis propuestas para mejorar el sorteo de la Lotería de Navidad son las siguientes:
a) Eliminación del impuesto que grava los premios. Para aumentar el importe percibido por los favorecidos con alguno de los tres primeros premios, recomendaría a Hacienda hacer una excepción con el sorteo de El Gordo y suprimir el actual gravamen. Los motivos argüidos serían dos: la fecha en que se celebra y su carácter emblemático. Su eliminación no tendría ningún efecto sobre el resto de gratificaciones, pues ninguna supera los 40.000 euros, siendo este el umbral actualmente exento de tributación.
Si Hacienda atendiera mi propuesta, dejaría de ingresar 180.180.000 €. En términos absolutos, una elevada cuantía, pero relativamente escasa, si se compara con la recaudación fiscal anual derivada del pago de impuestos y cotizaciones sociales. En el actual ejercicio, si la presión tributaria es idéntica a la del último año (37,3%), los ingresos fiscales obtenidos por la Administración serían aproximadamente de 610.000 millones €. Por tanto, la bula otorgada a la Lotería de Navidad solo supondría una merma de recaudación del 0,03%.
b) Creación de un nuevo premio: el Gordísimo. En el sorteo de 2025, 1980 décimos serán agraciados con el primer premio. De las 198 series de El Gordo, propongo que una de ellas proporcione a sus poseedores el Gordísimo. El importe obtenido por los beneficiados sería de 4.000.000 € por décimo y el coste para la SELAE de 40 millones €.
A diferencia de lo que ahora sucede, la anterior cuantía eliminaría de por vida las preocupaciones económicas de las familias afortunadas, si decidieran destinar 3.500.000 € a inversiones cuya rentabilidad anual después del pago de impuestos ascendiera a un 3%. Si así lo hicieran, el importe obtenido cada año sería de 105.000 €, una cifra superior a la percibida por más del 90% de los trabajadores españoles.
El nuevo premio no habría de reducir el beneficio obtenido de la Lotería de Navidad por la SELAE, sino que debería aumentarlo. Así sucedería si las ventas de décimos crecieran significativamente y su precio subiera un euro. En este caso, el saldo favorable superaría los 150 millones €, pues los ingresos adicionales derivados de ambas medidas serían de alrededor de 200 millones €.
c) Un sorteo más corto y emocionante. Para reducir la duración del sorteo, cuando un número sale del bombo y le corresponde la pedrea (100 € por décimo), recomiendo la extensión de la gratificación al inmediato anterior y posterior. Para aumentar la emoción, sugiero dividir el espectáculo en cinco partes y que, al final de cada una de ellas, aparezca una de las cifras que compondrán El Gordo.
Una vez concluida la parte tradicional del sorteo, este debería tener dos prórrogas de corta duración. En la primera, se determinaría la posición de cada uno de los guarismos que forman parte de El Gordo. En la segunda, la serie agraciada con El Gordísimo. Esta estructura impediría que, tras la aparición del primer premio, una parte sustancial de la audiencia deje de seguirlo. Con el nuevo formato, lo mejor siempre llegaría al final.
En definitiva, la lotería de Navidad es un gran éxito, pero podría dejar de serlo, si las nuevas generaciones no sienten por ella la misma pasión que sus padres y abuelos. Para evitar su declive, convendría acortar la duración del sorteo, dotarlo de más emoción y mejorar la cuantía de los tres primeros premios declarándolos exentos del pago de impuestos. No obstante, la mejora más relevante sería la creación de una gran gratificación (El Gordísimo) que permitiera a los agraciados vivir de las rentas generadas por la inversión del capital obtenido.
El futuro de dicha lotería jamás debería ser similar al presente de las quinielas, un mítico juego de azar que en la actualidad es una sombra de lo que fue. La competencia de las casas de apuestas y una oferta desfasada explican su declive. Una caída agravada por la pasividad de la SELAE, una entidad pública que no ha hecho nada relevante para impedirla.
El sorteo de El Gordo es mucho más que un simple juego, pues forma parte de nuestra cultura y constituye un gran fenómeno social. Por eso, hay que protegerlo y preservarlo. Para lograrlo, la clave está en combinar adecuadamente tradición e innovación. No cambiar nada casi nunca garantiza el éxito y en muchas ocasiones constituye un camino directo al fracaso.
