Barcelona y Salamanca despiden con cariño, respeto, admiración y agradecimiento a don Silvestre Sánchez, propietario del restaurante Salamanca en la Ciudad Condal y embajador casi universal de la restauración, de los buenos productos salmantinos y, muy especialmente, de su jamón.
Hombre humilde y trabajador, amigo de todos, solía decir que el Salamanca era la casa de todos. El restaurante Salamanca forma parte de la memoria sentimental, visual y gastronómica de Barcelona, con sus paredes llenas de fotografías junto a muchos de quienes disfrutaron de su agradable compañía y de su cocina.
Hace apenas un par de semanas conversamos; nos veíamos de vez en cuando y siempre compartía su ilusión y su agradecimiento a Barcelona, su tierra de acogida, sus ganas de trabajar y de seguir adelante. Recordaba también sus anécdotas y una infancia dura, que forjó en él un profundo amor por su tierra. Llegó a Barcelona tras hacer la mili, destinado en la Policía Nacional; pluriempleado, fue también cobrador en El Corte Inglés.
Con sus primeros sueldos regaló un reloj a su padre y llevó a la familia un televisor que pagó a plazos. Trabajador incansable, consiguió con un socio un bar en traspaso, el Rosich, y desde allí, con grandes esfuerzos, nació el Salamanca. Después llegaron varios restaurantes con su sello de calidad y más de medio siglo de servicio a Barcelona y al mundo desde su casa de la Barceloneta.
Lo más importante para Silvestre era la familia, sus empleados, la restauración, Barcelona y Salamanca. Financió obras y proyectos deportivos en su pueblo, Aldearrodrigo, y apoyó al barrio de la Barceloneta y a todos los que le necesitaban. Aldearrodrigo lo acogerá en sepultura como a uno de sus hijos predilectos y custodiará parte de su legado de ejemplar generosidad y agradecimiento a su tierra.
Barcelona lo despedirá este sábado en el tanatorio de Les Corts y este domingo, a las 12 del mediodía, en la misa funeral. La Barceloneta está de luto: Silvestre cuidaba de los más necesitados, de la obra de sor Genoveva y de Santa Lluïsa de Marillac, era un padre afectuoso para sus empleados y un gran amigo para todos. Barcelona le recordará siempre con cariño, y quienes lo conocieron lo tendrán como patriarca y ejemplo a seguir: el de ser, por encima de todo, buena gente.
Hasta siempre, Silvestre, gracias infinitas.
Descanse en paz, amigo.
