En las últimas semanas se han dado a conocer diferentes estudios e informes sobre las oportunidades y retos que las tecnologías, en especial las llamadas inteligencias artificiales (IA), pueden aportar en la gestión de los servicios públicos. Dos son los documentos que creo relevantes, por su enfoque específico hacia la mejora de la administración pública.

El primero, impulsado por el profesor Almirall, con un enfoque de los retos globales que genera la IA; y el otro, planteado por el gobierno de la Generalitat, de carácter operativo, el cómo se puede utilizar para mejorar la gestión del gobierno:



- “La inteligencia artificial y el sector público. Escenarios para 2030”
(Esteve Almirall / ESADE – Anteverti, 2024).

- “50 propuestas para la reforma de la Administración de la Generalitat de Catalunya” (CETRA, presidida por Carles Ramió, 2025).



Es interesante constatar, sin excluir los enfoques diferentes, que hay bastantes coincidencias. Será que los objetivos son similares.

La tecnología no es el objetivo es sí mismo, sino un instrumento para una transformación del sector público, convirtiendo al ciudadano en el centro de toda la acción. Generando dinámicas proactivas en beneficio del mismo, empezamos a tener servicios en el ámbito de salud que van en esa dirección.

El aviso, el recordatorio, el seguimiento de los pacientes, en formato online, son ejemplos. Los avisos por incidencias climáticas, o de situaciones de movilidad, van en esa dirección. Perfeccionar los mecanismos, simular situaciones, hacer predicciones, es una tarea que se genera, acumulando datos.

En estos ámbitos es donde las llamadas inteligencias artificiales han de ser los ejes de la transformación del sector público. Quien empieza primero arrastra a los demás. Este camino implicará también formación de los trabajadores públicos. Eso significa un cambio de los paradigmas laborales.

Este país vive de una tradición memorística en el acceso a la función pública con oposiciones que arranca en el siglo XIX, cuando no existían una serie de herramientas que, en la actualidad, hacen de muchas pruebas un recurso antiguo. Hay que acompañar el talento que existe en el interior de las organizaciones, que muchas veces va mas allá de la memoria. Saber utilizar internet, buscar, indagar, saber hacer determinadas preguntas, por poner un ejemplo, puede ser más útil que acordarse de determinada fecha.

Todo este camino, no fácil y no exento de dudas y miedos, debe ir acompañado de un proceso de ir generando confianza en la ciudadanía.

Hay dos ejemplos que todos sabemos que funcionan: la declaración de la Renta y la simulación que te ofrecen y las multas de tráfico. Hay que extender esta seguridad, control, positivo o negativo según los casos, a otros muchos ámbitos. Pasar de lo coercitivo a lo propositivo es el reto. En este ámbito es donde se deben generar las mejoras, la palabra simplificación y reducción de cargas, se puede, se debe acompañar con un cambio cultural y también organizativo.

El funcionario es un servidor público, en la lógica anglosajona se llama “civil servant”, Ayudar al vecino/a, que a menudo desconoce los reglamentos, es ser solidario.

Hay que poder evaluar a todos los trabajadores, e incentivarlos económicamente, con criterios públicos y transparentes, obviando las calificaciones ideológicas, de raza, sexo y religión. En el mundo privado está inventado, evaluación año a año. Hay que dar una visión interdisciplinar al trabajo de la administración pública y, con los cambios que estamos viviendo, debemos explicar a la gente que movilidad laboral no significa inseguridad. Trabajar con otros departamentos en formato continuo es una oportunidad, y una necesidad en la actualidad.

Las agendas aprietan, la ciudadanía necesita volver a poder confiar.

Gracias por poner las luces un poco mas largas.