Están los tiempos que no puede uno ir a ninguna parte sin que un pobre le pida dinero. Por si no teníamos suficiente con los indigentes que nos piden unas monedas en el metro, a la salida del súper o en la esquina habitual, ahora viene Zelenski a España y se pone también en plan menesteroso, que el hombre no tiene ni para comprarse unos misiles de segunda mano, de segunda explosión o como se llamen. Encima, ni siquiera nos canta una canción, nos deleita con unos malabares o nos limpia el parabrisas, como sí hacen los demás mendigos de nuestro día a día.
Algo habrá que darle al pobre hombre, ni que sea para que nos deje en paz. Zelenski pertenece a la clase de pedigüeños que consiguen lo que quieren por pesados, por insistir hasta que nos rascamos el bolsillo, el tipo viene a España y es capaz de permanecer acampado a las puertas del Congreso hasta que no se le prometen por lo menos un par de carros de combate y unos milloncejos de euros.
Estaría bien que, como hacen las señoras a la salida de misa con sus pobres de cabecera, alguien le recomendara que no se lo gaste en vino. Ni en vino ni en ningún otro capricho, que las noticias de corrupción en Ucrania están a la orden del día y nadie sabe dónde van a ir a parar los dineros que tenían que servir para matar enemigos. Para convencernos de que no, de que lo suyo es serio y de que se lo va a gastar en pistolas y cohetes, suele aparecer vestido de caqui, aunque no haya pisado en toda su vida el frente de combate. Hay quien sostiene que usa siempre uniforme militar como homenaje a todos los de su entorno que se ven obligados a vestir así, si eso es verdad, en justa correspondencia, Pedro Sánchez debería de haberlo recibido vestido con traje a rayas, de presidiario.
Zelenski es como el amigo que cada vez que nos ve nos pega un sablazo, al final vamos a tener que encerrarnos todos en casa en cuanto anuncie una nueva visita a España, aunque capaz sería entonces de venir por sorpresa, sin anunciarse. Lo peor, con todo, no es que haya tomado por costumbre venir a vaciarnos la cartera, lo peor es su manera de agradecerlo: "los españoles son personas de luz", soltó a modo de reconocimiento, ya con los bolsillos llenos.
Alguien debería de haberle advertido de que no es necesario ponerse cursi para que nos rasquemos el bolsillo. Es más, si yo fuera el presidente del gobierno, además de decirle a mi esposa que se quede en casa y no enrede en la universidad, que bastante tengo ya con lo mío, le exigiría a Zelenski que me devolviera hasta la última bala y el último euro que le he dado. Si mi pobre de cabecera me suelta un "gracias, persona de luz" cuando le doy para un bocadillo, en lugar del habitual "gracias y que pase un buen día", le quito lo que le he dado más todo lo que lleve recaudado hasta entonces. Un mandatario extranjero no puede venir a insultar a los españoles llamándoles personas de luz, como si fuéramos todos luciérnagas o como si lleváramos una bombilla en la boca o, peor aún, en el culo. Un respeto, por favor. Además, un país donde se producen apagones generales y meses después nadie sabe todavía el motivo, no es el mejor lugar para llamar a sus ciudadanos personas de luz, se diría que Zelenski vino aquí a cachondearse de nosotros, y eso sí que no.
Un presidente cursi es lo peor que le puede pasar a un país, mucho peor que una guerra, y en Ucrania tienen tan mala suerte que les han tocado las dos cosas a la vez. Por si no tuvieran suficiente con los drones rusos, encima tienen que aguantar que su máximo representante vaya por el mundo como si fuera una quinceañera recién menstrual.
