Puchi insiste de nuevo en la urgente necesidad (para él) de que el Tribunal Constitucional le levante la orden de arresto, momento en el que podría volver a Barcelona para (intentar) poner orden en el partido, que lo tiene hecho unos zorros: el número de afiliados baja a diario, Miriam Nogueras y Jordi Turull están a matar y, sobre todo, el aliento de Sílvia Orriols en el cogote empieza a resultar francamente molesto y agobiante. No es que se viva mal en Flandes, pero la sensación de no controlar la coyuntura (unida a la necesidad de vigilar a Comín para que no arramble con la cubertería de plata) se le está haciendo insoportable.
Lo cierto es que Cocomocho ya disfrutó de sus 15 minutos de gloria (o sus ocho segundos, mejor dicho) y empieza a estar amortizado, si es que alguna vez sirvió para algo. Su única oportunidad para volver a estar en el candelabro consiste en regresar, aparentemente victorioso, a España, confiando en que sus leales aún sean suficientes para organizar un buen sarao en Barcelona, en su condición de presunto hijo pródigo del independentismo. Hay que salvar los muebles, antes de que se los venda Comín a un chamarilero flamenco, ya que los fans que se le fueron a AC, dudo mucho de que los recupere.
El suyo, por cierto, no es el único cogote catalán que encaja la molesta respiración de la señora Orriols. A su compadre Oriol Junqueras le sucede exactamente lo mismo, dado que la matamoros de Ripoll se ha convertido en la némesis transversal de todos los partidos indepes (ya hay quien otorga a AC el número dos en unas posibles elecciones autonómicas, solo por detrás del PSC). Menos mal que al beato Junqueras ingenio no le falta, como acaba de demostrar insinuando que AC es un invento del pérfido CNI español. Un ingenio perfectamente compatible con la desesperación, ya que el beato es plenamente consciente de que los indepes más contumaces se han percatado de que con gente como él (y su compadre Puchi) no hay forma humana de acceder a la liberación del terruño (bueno, con Orriols tampoco, pero aquí de lo que se trata es de conservar la ilusión que, como dijo Cruyff, es el más bonito del mundo).
La independencia de Cataluña es una entelequia permanente en la que viven instalados un número nada despreciable de catalanes. Y sus defensores políticos van siendo reemplazados para que sobreviva dicha entelequia. Tras el fracaso de Puchi y el beato, es normal que la gente se apunte a lo que diga el siguiente flautista de Hamelin (o de Ripoll), sobre todo si le permite practicar en público su odio a los españoles, a los moros, a los sudamericanos y a cualquiera que carezca de los preceptivos ocho apellidos catalanes.
Lo de la señora Orriols es una enmienda a la totalidad, un Quítate tú pa´ponerme yo a lo Celia Cruz, un anem per feina urgente y radical. Con ella ya no hace falta impostar ningún sentimiento democrático, pues hay que ir al grano. Y, además, la extrema derecha está de moda en toda Europa, con lo que uno se puede sentir un poco más acompañado y vivir su burricie con mayor tranquilidad.
AC les está comiendo la merienda a Junts y ERC. De ahí las prisas de Puchi por volver a casa. Y las teorías delirantes del beato sobre el CNI y su presunta creación del partido de la señora Orriols. Ambos se resisten a reconocer que forman parte del pasado y que tomorrow belongs to her (por parafrasear la célebre estrofa de Cabaret).
Todos los movimientos encaminados a combatir el tsunami Orriols parecen condenados al fracaso. Ya puede Toni Comín sacarse de la manga un partidillo subsumido en Junts junto a Agustí Colomines, Ferran Mascarell y otros desechos de tienta (¡la genuina izquierda nostrada!), que en nada le van a mejorar las cosas. O inventarse el beato conjuras del CNI. O aspirar Puchi a un baño de masas. El nacionalismo pujante es de extrema derecha, racista, xenófobo y despertaferro.
Tampoco conseguirá nada ni llegará a ninguna parte. Pero es su turno y, sobre todo, dejará al descubierto las auténticas esencias del nacionalismo catalán, tan repugnantes como las de cualquier otro.
