Debo confesar mi absoluta sorpresa cuando leí en la prensa que este mismo lunes Junts va a poner en manos de sus militantes la decisión de si continúa apoyando a Pedro Sánchez o lo deja caer con todo su gobierno. La sorpresa, claro, fue enterarme de que Junts todavía tiene militantes, uno estaba convencido de que habían abandonado todos el barco, que los que no se habían pasado a Aliança Catalana con armas y bagajes, habían quemado el carné del partido en una hoguera purificadora, dándose golpes en el pecho por haber sido engañados tan burdamente.
Una vez repuesto de la sorpresa, deduje que esos pocos afiliados que todavía restan en Junts son los familiares de su líder mesiánico y de los siete diputados de la formación en el Congreso (los 35 que tiene en el Parlament de Cataluña deben de haberse comido el carné del partido, viendo la que se les avecina), a quienes la militancia se les supone, cuando no se les obliga. No hay otra explicación.
Hoy en día, no hay otro motivo para militar en Junts que el económico, no es posible que quede en este partido -ni en lugar alguno del universo- nadie que se crea absolutamente nada de lo que de vez en cuando rebuzna Puigdemont, allá en la lejanía belga.
Lo bueno es que, gracias a eso, la votación de los militantes va a durar lo que un suspiro, y va a decidirse más o menos por 6-0, como un set de tenis, no va a dar ni siquiera para un tie break. El 6-0 será a favor de lo que quiera Puigdemont, eso por supuesto, que uno no funda un partido a su imagen y semejanza, jugando a ser Dios, para que después le salga respondón, aquí se hace lo que yo diga, y lo que yo diga no obedece a ninguna lógica sino al humor con el que hoy me levante.
La mayoría de comunidades de vecinos tienen más miembros y son bastante más serias y coherentes que Junts, un partido político que, entre promesas incumplidas, ideas de bombero que nunca llegan a nada -desde editar sellos de la República Catalana hasta retrasar la hora en Cataluña para diferenciarnos de España-, escasa democracia en el Consell de la República, mesianismo de Puigdemont, enchufismo, nepotismo y sospechosas desapariciones de dinero que tenía que ser para la causa, parece sacado de una película de Ozores.
Con tan poca gente votando, lo que debería hacer Sánchez para asegurarse el apoyo de Junts es darse de alta en este partido y votar a favor, que igual sería el único que se molestaría en ejercer ese derecho.
Que un partido tenga pocos militantes no es malo, todo lo contrario, puesto que los cuatro gatos que resisten ahí son todos amigos o familiares del líder, este puede hacer lo que le venga en gana. Ni siquiera le hace falta convencer a los díscolos mediante promesas de cargos o prebendas, ya que no hay díscolos, van todos a una.
El sueño de cualquier político es un partido con apenas militantes, de hecho, Puigdemont va a conseguir más pronto que tarde alcanzar el ideal supremo: ser el líder de un partido que le tenga a él como único militante. En cuanto los exiguos afiliados que resisten en Junts se harten de sus mamarrachadas, Puigdemont quedará como presidente, vocal, secretario, tesorero, administrador, bedel y hasta señora de la limpieza de Junts, con las ventajas que ello supone a la hora de convocar a la militancia para decidir sobre cualquier tema, el apoyo a Sánchez por ejemplo.
Además de ahorrarse un montón de dinero en sueldos, va a ahorrar en tiempo, va a ahorrar en discursos y va a ahorrar incluso en la denominación del partido, que pasará a llamarse 'Junt', en singular. Son todo ventajas.
