En Europa, a menudo parecemos haber olvidado algo tan simple como sonreír y agradecer. 

Comparto esta reflexión tras mi reciente aterrizaje en España, después de la participación en el II Congreso Iberoamericano de Ciberseguridad y Derecho Digital, celebrado en Ciudad de México.

Tres ediciones consecutivas, la primera online, donde he tenido el privilegio de ser ponente y panelista en el taller de red teaming. Hemos podido compartir conocimiento de varias áreas, técnicas, legal y reputacional pero, sobre todo, la lección me la he llevado yo: la calidez, la hospitalidad, la amabilidad y la predisposición.

Allí, y durante todas las jornadas, he experimentado de primera mano la calidez y la hospitalidad de una organización que entiende que, más allá de la tecnología, lo más importante siempre son las personas.

Al volver a Europa, aterrizando en Heathrow, noté ese contraste: rostros serios, prisas, y esa especie de frialdad cotidiana que nos distancia, y mucho, unos de otros. 

Y sin embargo, es crucial recordar que, incluso en tiempos de fake news y polarización, nuestra mayor fortaleza sigue y debe seguir siendo la humanidad compartida. Es nuestra fortaleza más importante, por favor, no nos olvidemos, no es más avanzada la sociedad más seria, sino lo más cohesionada y con mayor sentimiento de pertenencia.

No lo digo por decir; hay múltiples estudios de psicología social que lo demuestran: los entornos donde se fomenta la gratitud y la amabilidad mejoran no solo nuestro bienestar mental, sino también la resiliencia colectiva. 

Es hora de redescubrir esos mínimos comunes que nos unen como humanos, más allá de las divisiones artificiales

Y quizá, inspirándonos en esos momentos vividos en lugares donde la hospitalidad es la norma, podamos devolver a nuestras rutinas europeas un poco de esa calidez olvidada.

Vuelve al lugar donde eres feliz, y cada vez hay más europeos que están cruzando el charco para reiniciar sus vidas profesionales y familiares en un entorno más amable, más humano y menos raro.