El litigio por las pinturas murales del Monasterio de Sijena, joyas románicas del siglo XII, que fue declarado monumento nacional en 1923, sigue enconando las relaciones entre Aragón y Cataluña, en un capítulo que mezcla desobediencia judicial con excusas técnicas. El Tribunal Supremo, en su sentencia de 2018, ordenó la devolución de estos frescos, arrancados ilegalmente en los años 80, a su hogar en Huesca.

Sin embargo, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), dirigido por Pep Serra, se resiste a cumplir, reteniendo 14 de los 22 paneles originales y amparándose en recientes informes de la experta italiana Simona Sajeva y del International Centre for the Study of Preservation and Restoration of Cultural Property (ICCROM), que alertan de “grandes riesgos” y “extrema complejidad” en el traslado.

El origen del embrollo data de 1983, cuando la Generalitat, a través del MNAC, adquirió los frescos de la sala capitular a las monjas sanjuanistas de Valldoreix, que no eran las propietarias, sino las depositarias de ese patrimonio, sin la autorización del Gobierno de Aragón ni del Estado, violando la Ley de Patrimonio Histórico de 1985.

El Supremo fue tajante: su traslado al MNAC fue ilegal, y las pinturas murales deben volverse a Sijena, hoy rehabilitado con 10 millones de euros de fondos europeos en un museo climatizado que cumple estándares UNESCO (45-55% humedad, 18-22ºC).

Pese a ello, el MNAC reitera que los 14 paneles retenidos (tras devolver 8 entre 2020 y 2022) no pueden moverse por riesgo de deterioro, según Sajeva e ICCROM, que citan fragilidad estructural, vibraciones y falta de un cronograma adecuado. ¿Son creíbles estas razones técnicas? Los argumentos del MNAC se desmoronan ante el escrutinio. Sajeva, presidenta del Comité de Pintura Mural de ICOMOS, y el ICCROM, tras una misión en agosto de 2025, advierten de “daños irreparables” y exigen una evaluación exhaustiva.

Sin embargo, ambos informes, encargados por el MNAC, carecen de independencia y omiten que los 8 paneles devueltos en 2020-2022 llegaron sin incidentes, estabilizados con resinas epoxi y transportados en cámaras climáticas. Un informe de la Universidad de Zaragoza (2022), respaldado por la asesora Natalia Martínez de Pisón, concluye que el riesgo es mínimo (<1%) y que Sijena ofrece condiciones idénticas al MNAC. El propio ICCROM no prohíbe el traslado, solo recomienda precaución.

Además, el deterioro “leve” señalado por Sajeva desde 2016 podría deberse a la manipulación inicial del MNAC, no al traslado propuesto. El Gobierno de Aragón ha calificado esta resistencia de “ensañamiento procesal”, proponiendo un equipo técnico mixto para garantizar la operación.

Precedentes europeos desmienten las excusas del MNAC. Los frescos de Sant Miquel de la Seu d’Urgell (siglo XII) viajaron al Prado en 2008 sin daños, usando soportes rígidos. Los murales de Pompeya (siglo I) fueron expuestos en el Louvre en 2019, estabilizados con polímeros, según UNESCO. Las pinturas de Saint-Savin-sur-Gartempe (siglo XII, Francia) se trasladaron a Poitiers en 2015 y volvieron impecables.

En España, los frescos de San Baudelio de Berlanga (siglo XI) cruzaron el Atlántico en 1957 sin deterioro. Estos casos, documentados por UNESCO y el Instituto del Patrimonio Común Español (IPCE), aplicaron el “Método ABC” que el ICCROM promueve, demostrando que frescos frágiles pueden moverse con éxito. El MNAC, que trasladó los paneles en 1983 sin problemas, no tiene excusa técnica válida.

La resistencia de Serra, respaldada por sectores de la Generalitat, es un eco del nacionalismo que ve Sijena como “patrimonio catalán”, ignorando su raíz aragonesa. La compra ilegal es el pecado original que el MNAC se niega a expiar, aunque ciertamente protegió ese patrimonio tras décadas de desidia institucional por parte del Estado y de la inacción de una institución autonómica aragonesa de reciente creación en 1983. Sajeva y el ICCROM aportan prestigio, pero sus informes, sesgados y no vinculantes, subestiman avances técnicos y contradicen precedentes. En conclusión, el MNAC debe dejar las excusas a un lado, cumplir con la justicia y devolver las pinturas.