La ofensiva de la derecha y la ultraderecha no tiene límites. Todo vale para tumbar a todo aquello que huela a “zurdo”. Pedro Sánchez, Salvador Illa y Jaume Collboni son tres objetivos. Todo vale para desprestigiarlos y, mejor aún, para hacer campar el discurso de odio. Los ultras se sienten fuertes porque ahí tienen a Trump, Milei o Meloni, mientras avanzan en toda Europa con la complicidad de la derecha que no puede deshacerse de sus prejuicios ni mucho menos de sus complejos.

En este inicio de curso hemos visto a un Santiago Abascal que proponía hundir al Open Arms "ese barco de negreros hay que confiscarlo y hundirlo". Orriols se apuntó al carro con desparpajo convirtiendo el rescate de personas, es decir, salvarles la vida, en una especie de trata. ¿Una barbaridad? Sí, y también una falsedad. La propuesta, estúpida por cierto, no es tan diferente de lo que apuntó Feijóo hace dos años. Desplegar los barcos de la armada para impedir la llegada de pateras a nuestras costas. Le faltó cuajo para decir que la armada debería hundirlas porque ¿qué otra manera hay para impedirles el paso?

Ayuso se ha puesto estupenda tras la detención de un menor migrante por una violación en Madrid. Se ha rasgado las vestiduras por un hecho repudiable pero solo ha prestado atención a éste. En Madrid se han violado a 259 mujeres este año. Ayuso no ha dicho una palabra salvo cuando el culpable es un migrante.

Reunión Illa-Puigdemont. “Un Gobierno de delincuentes, apoyado en delincuentes y que legisla para delincuentes”. La frase no es de un descerebrado, o sí, sino del secretario general de Vox y líder ultraderechista en Cataluña, Ignacio Garriga. Tiene 11 diputado y no ha dado un palo al agua en política catalana. Todavía se recuerda su entrevista en TV3 donde no tenía ni idea de a cuánto ascendían los presupuestos de la Generalitat. Sin embargo, con su política de odio tiene suficiente. El último CEO daba a la ultraderecha más de 25 diputados. Si sumamos a la derecha españolista la cifra sube a los 40, y con Junts nos vamos a más de 60 diputados. Las cifras dan que pensar.

Aliança Catalana se sale de la tabla. Ha abierto en canal el supremacismo que anidaba en el nacionalismo catalán, acentúa su islamofobia para, según dice, evitar que sucumba la cultura catalana y evitar la delincuencia, y recoge a los frustrados por la aventura del procés. Nada nuevo bajo el sol. En mi barrio de juventud, el Poble Sec, veía todos los días una pintada que no dejaba lugar a dudas “aquí se roba en castellano”. Ya nos llamaban colonos. Ahora el enemigo ya no es el migrante español, es el migrante en general.

Ahora hacer una comida más saludable e integradora es retirar “la comida española de los colegios”, como reza la propaganda de esta fauna impregnada de odio. ¿Y la delincuencia? Culpa de los socialistas. Según la ultraderecha Barcelona y Cataluña es lo más inseguro del mundo aunque las cifras sean tercas y digan lo contrario. Y, evidentemente, esta delincuencia está formada por inmigrantes indeseables que quieren arrasar con nuestra cultura. Aquí haría una apreciación. Esta fauna se refiere a la cultura previa al Concilio de Trento en lo religioso y en lo político se sitúa en los años 30 del siglo pasado. De hecho se sustentan en Goebbels “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Eso era hace 100 años, ahora con las redes sociales se convierte en una verdad de forma inmediata.

Este escenario al discurso fácil y de odio hacen el caldo gordo a los fascistas. Así, sin matices. Ellos rehúyen el calificativo pero lo son. La derecha y la ultraderecha justifican el grito “Pedro Sánchez, hijo de puta”. El eslogan es de un gran contenido político y de nivel sin duda. Es antidemocrático y, sobre todo, transmite odio. Convierte al adversario en enemigo. Los mismos que criticaron esta estrategia al independentismo más radical ahora la abrazan porque contra los zurdos todo vale. Visto lo visto, me declaro zurdo. ¡Vivan los zurdos!, porque sin zurdos llegarán estos.