En estos últimos años, el incremento del flujo migratorio hacia nuestro país y su instrumentalización política ha generado un preocupante crecimiento de actitudes racistas y xenófobas.
Se han generado discursos de odio promovidos y tolerados por algunos sectores políticos, especialmente por formaciones de extrema derecha como Vox y con la ambigüedad del PP. ¿Cuál es la posición de la Conferencia Episcopal Española (CEE) con relación al hecho migratorio? Llama la atención su prudencia en ocasiones y en otras su silencio.
Últimamente, hemos escuchado declaraciones públicas que estigmatizan a los colectivos de migrantes, acompañadas de propuestas de exclusión social y políticas que promueven el rechazo al diferente en abierta contradicción con los principios del Evangelio.
La Conferencia Episcopal Española ha evitado posicionarse abiertamente contra estas posiciones xenófobas y en ocasiones ha mantenido un silencio significativo para no molestar a los partidos conservadores de derecha y extrema derecha, donde están sus principales seguidores.
La CEE, guía espiritual y moral de millones de ciudadanos españoles, tiene una responsabilidad muy clara en la defensa de la dignidad humana, la justicia social y el respeto por el diferente, al margen de su origen, cultura y religión. Cierto que ha habido posicionamientos de rechazo y condena de determinados obispos a título individual, como la de José Cobo —actual arzobispo de Madrid—, o Juan José Omella, expresidente de la CEE, que han sido valientes en denunciar los discursos que promueven el odio y el rechazo al diferente.
Sin embargo, la CEE como institución no ha señalado directamente a Vox ni ha condenado con nombres y apellidos las posturas xenófobas o racistas de este partido. En ocasiones, ha habido una cierta tibieza al evitar confrontar directamente con determinados partidos políticos, incluso cuando estos promueven medidas contrarias al mensaje social de la Iglesia.
En otro orden de cosas es significativo el protagonismo de la religión en determinados conflictos. Ni el islamismo radical, ni el sionismo fundamentalista, ni el catolicismo conservador deben dictar las normas que rigen el bien común. Debemos apostar por una propuesta ética que no necesita el cielo para tener compasión, ni infierno para ser justa.
Debe quedar muy claro que esta reflexión parte del máximo respeto para todos los creyentes de cualquier religión y que solo pretende ser una apuesta decidida a favor de la laicidad, que permita la coexistencia de diferentes creencias religiosas y la separación real entre religión y Estado. Porque, frente a los que quieren una cruz en cada aula o una misa en cada mitin, queremos libros, cuidados y derechos.
Es preocupante que la CEE intervenga en el debate político interno de nuestro país pidiendo elecciones y, sin embargo, mantenga una actitud de extrema prudencia ante los hechos señalados. ¿Solo es prudencia? ¿O miedo a molestar a una gran parte de sus seguidores?
En otras épocas, felizmente superadas, la Iglesia no dudó en bendecir guerras, justificar dictaduras y acompañar al poder con una fidelidad que rozaba el servilismo. Hoy, esa Iglesia vuelve a fallar a los más vulnerables. Se impone la diplomacia clerical. Donde la compasión cristiana debería ser escudo, solo hay cálculos institucionales.
Por otra parte, llama poderosamente la atención la “timidez” vaticana ante el genocidio palestino. ¿La Conferencia Episcopal Española ha denunciado con rotundidad el genocidio que se está perpetrando con el pueblo palestino? A la diplomacia vaticana no le interesa un conflicto institucional con el Estado de Israel.
Sería interesante reflexionar sobre el papel de las religiones en este genocidio. Resulta como mínimo llamativo que Israel presuma de ser una democracia y se comporte como una teocracia religiosa apostando por la expulsión y el exterminio de los palestinos. Un Estado de Israel laico y no confesional reduciría el riesgo de confrontación. Democracia y teocracia son difícilmente compatibles.
¿Dónde ha estado siempre la Iglesia Católica? Generalmente, al lado de los poderosos, difícilmente se ha equivocado de bando, salvo el rol desempañado por la teología de la liberación frente a las dictaduras militares latinoamericanas. Durante la guerra civil española participaron activamente en la lucha contra la república democrática y salvo honrosas excepciones permanecieron durante toda la contienda al lado de los vencedores.
Me gustaría finalizar esta reflexión haciendo las siguientes preguntas a quien corresponda responder:
¿Ha habido un planteamiento rotundo y valiente de la Conferencia Episcopal Española contra el auge de discursos políticos basados en el odio, el miedo al extranjero, y el rechazo a la diversidad cultural y religiosa?
¿Ha emitido la CEE algún posicionamiento claro y especifico frente a las propuestas políticas que promueven la exclusión y la discriminación racial y cultural?
¿Considera la CEE que la actitud de los partidos de derecha y extrema derecha frente a la emigración, el racismo y la xenofobia, son coherentes con los valores cristianos que dicen defender?
Lo que necesita la sociedad en la que vivimos es una apuesta inequívoca por una cultura laica frente a cualquier fundamentalismo religioso. Un no rotundo al islamismo radical, al sionismo agresivo y al conservadurismo católico. Sería necesario potenciar una educación sin sesgo confesional, como herramienta pacificadora orientada siempre a potenciar la convivencia plural y el respeto al diferente.