Ya estamos a las puertas de un agosto que, aunque cuesta imaginarlo, podría ser un remanso de paz en este manicomio que ha sido el último año la política española. Porque, recordémoslo, agosto en España es como el ojo del huracán: los juzgados echan el cierre, los políticos cuelgan el traje y se calzan las chanclas, y hasta los tertulianos más feroces se toman un respiro.

Pero tras un 2025 que ha sido un no parar de broncas, casos de corrupción a izquierda y derecha, actuaciones judiciales, informes de la UCO, y titulares de infarto, la pregunta es: ¿de verdad vamos a tener un mes sin sobresaltos? Permítanme que lo dude, que la incredulidad es gratis y el espectáculo, en este país, nunca descansa. Siempre ha sido así, ¿verdad? Agosto llega como un bálsamo.

Los tribunales, agotados de tanto auto y tanto sumario, se toman su descanso, dejando los titulares huérfanos de escándalos. Los políticos, esos campeones del insulto, la promesa rota y señalar la paja en el ojo ajeno, se esfuman hacia sus chalés en la costa o sus pueblos de postal, dejando el micro en silencio y las redes sociales huérfanas de sus perlas.

Hasta la prensa más hooligan, siempre ávida de carnaza, bajará el ritmo y nos regalará reportajes sobre los asuntos más variopintos.

Pero este año venimos de un torbellino de tanta crispación que se hace difícil creer que en agosto será diferente. Imaginemos por un momento que sí, que el milagro ocurre. Un mes sin un tuit incendiario que desate una nueva bronca, sin una filtración o pesquisa policial que nos haga cuestionar a quién votamos en las próximas elecciones, sin un juez que decida resucitar un caso justo cuando pensábamos echar la siesta.

Suena casi utópico, ¿no? Pero, ay, en este país la calma siempre es sospechosa. Porque si algo hemos aprendido es que el escándalo no respeta vacaciones, y la tranquilidad es solo el preludio de un nuevo sarao.

Así que, amigos lectores, crucemos los dedos para disfrutar de este agosto sin que un político despistado suelte un exabrupto, sin que una exclusiva nos amargue el vermú, sin que una nueva filtración nos haga desear hibernar hasta septiembre.

Aprovechen para leer, pasear y descansar, estar con la pareja, la familia o los amigos. Pero mantengan el móvil a mano, porque si este año nos ha enseñado algo es que, en España, el circo nunca cierra del todo. Y agosto, aunque lo intentemos, rara vez es la excepción.