Estamos muy malacostumbrados. Tanto, que pensamos que vivimos en los mundos de Yupi, donde todo nuestro esfuerzo para luchar contra lo que consideramos una injusticia es participar de vez en cuando en una manifestación y poner cara de enfadados. Y, tras la manifa, a tomar un vermut, que es lo que toca en un finde que se precie. 

Lo vivimos en nuestras carnes durante el procés, el 99,9% de los aguerridos militantes indepes estaban dispuestos a ir a unas cuantas manifestaciones y performances y luego hacer largas colas para cambiar el DNI del Estado opresor por uno nuevo de la maravillosa república indepe, incluso soportando estoicamente el sol cada vez más abrasador por culpa de la emergencia climática que asola el planeta tierra.

Ese era todo el esfuerzo que estaban dispuestos a asumir, afortunadamente. Parte del éxito de la movilización estudiantil se debió a coincidir con el inicio del curso. Habría que haber visto cuántos estudiantes se hubiesen jugado los finales o la selectividad.

Hace algo más de un año, tuve la oportunidad de charlar largo y tendido con uno de los protagonistas de aquellos días, que se ha pegado más de 1.300 días en la cárcel, y ahora tiene que soportar que le llamen botifler los que llorarían al ser detenidos. 

Tenía clarísimo que nadie arriesgaría dos nóminas por la independencia de Cataluña; ni una, le corrigió otra referencia indepe. Así es nuestra sociedad, llena de personas que no entienden lo que significa el esfuerzo y menos aún el sacrificio.

Muchos de quienes lucharon contra Franco, cuando estaba vivo, fueron torturados y presos. Eso era luchar, no ahora, cuando hace 50 años que murió en la cama y nos animamos a ir a una exposición o un ballet.

Pero el mundo está cambiando. Para mal, sin duda. Cada vez hay más conflictos armados y cada vez están más cerca de nosotros. Meter la cabeza bajo tierra como los avestruces ya no sirve y vamos recibiendo dosis aceleradas de espabilina, cuando la palabra guerra comienza a ser común en nuestro vocabulario.

Más allá de las formas matonas del 47 presidente de los Estados Unidos no le falta razón cuando se queja por ser el pagafantas universal. Sobre las espaldas de Estados Unidos recae más del 60% del presupuesto de la OTAN y, sin duda, el esfuerzo real de su Ejército. Las cifras, y los hechos, cantan por sí solos.

Estados Unidos tiene un Ejército con más de 1,3 millones de efectivos en activo, 250.000 de los cuales están desplegados en misiones internacionales. España cuenta con 133.000 efectivos, solo 3.000 fuera de nuestro país. Estados Unidos se gasta cerca de 1 billón en defensa, España no llega a los 15.000 millones.

Y dentro de nuestras estadísticas entran la Guardia Civil, con funciones de policía, y la UME, con funciones de gestión emergencias. Y no entran los jubilados porque la OTAN nos pilló. 

Si además consideramos que somos el último contribuyente de la OTAN por esfuerzo sobre el PIB es normal que nuestros socios afeen nuestra postura.

Coincide el terremoto político interior con las presiones de la OTAN para invertir más en defensa. Pasar del 1,2% al 5% no es posible sin unos nuevos presupuestos, y eso es misión imposible en la España actual. 

Enviar una carta al secretario general, firmar un acuerdo y luego decir que no lo vamos a cumplir no deja de ser una cortina de humo, no sé si muy acertada.

La tesis en la que se apoya que el 2,1% del PIB español equivale al 5% alemán es aduciendo que tenemos un Ejército low cost. Cierto es que nuestros soldados ganan mucho menos que los soldados alemanes, como menos ganan fontaneros, ingenieros o bomberos.

El salario medio alemán más que dobla el español, pero eso también se ve, aproximadamente, en el PIB per cápita. También nuestra industria es más barata, pero los eurofighter o los lanzamisiles Patriot tienen un precio universal. El argumentario no es creíble, más allá de decir que no cumpliremos lo firmado. 

Si nuestros aliados pasan de nosotros, lo pasaremos muy mal porque, aunque es improbable que Rusia nos atacase los primeros, no podemos decir lo mismo con las posibles amenazas que provengan del sur.

Pero, como suele pasar, se ha ganado tiempo con un, “vale, recibido, pero contribuirás”, del secretario general para no reventar la reciente cumbre, y un “firmo, pero no cumpliré” por parte de nuestro primer ministro.

Quedamos con un compromiso diferido en el tiempo, y casi nebuloso, por un Gobierno que es incapaz de sacar adelante unos presupuestos. Si queremos seguir en la OTAN, y espero que sí, vamos a tener que incrementar nuestra contribución cada año, como bien ya ha recordado su secretario general y subrayado el presidente estadounidense.

Las presiones que van a venir desde Estados Unidos van a ser, ya son, de aúpa. La nueva prórroga en la aplicación de aranceles es una buena noticia, pero no es descartable alguna mala sorpresa por la quijotesca actitud de ponerse simbólicamente frente a Trump.

España es de los pocos países europeos que importan de Estados Unidos más que exportan, con una balanza positiva a EEUU consistentemente superior a los 10.000 millones anuales, y a pesar de ello nos puede caer la del pulpo por hacer declaraciones fuera de España que, en realidad, son de consumo interno. No son descartables aranceles especiales.

La defensa, lamentablemente, está cada vez más de moda, tanto su industria como su gasto y España, ubicada en un lugar muy especial, no puede ignorarlo. De hecho, no son pocas las aeronaves norteamericanas que aterrizan en nuestro territorio y, además, nosotros ponemos la gasolina, como siempre.

No deja de ser curioso, por buscar un adjetivo suave, que nuestro Gobierno sea de los más beligerantes verbalmente contra la actitud del Estado de Israel y, sin embargo, no tengamos ningún reparo en que desde nuestro suelo se haya apoyado operativamente la logística que ha hecho posibles los bombardeos a Irán. Es evidente que el discurso es uno y la realidad, afortunadamente, otra.

Veremos cuál es la decisión final del emperador de occidente, pero probablemente España salga peor parada que el resto de los países de la UE y de la OTAN. Una rueda de prensa y una foto que puede salirnos muy cara.