La mejor (y más breve) descripción de Jordi Pujol se la debemos a Alejo Vidal Quadras, quien un lejano día, en el Parlamento catalán, se quedó mirando al president y le espetó: “Usted es ridículo”.

Como todos sabemos, nuestro Gran Timonel no se lo perdonó y, en cuanto pudo, se deshizo de él por persona interpuesta, la de José María Aznar.

Evidentemente, la película sobre Pujol, Parenostre, no comparte la opinión de Vidal Quadras. No podía ser de otra manera si tenemos en cuenta que la ha escrito Toni Soler, separatista de pro y chupóptero insaciable del ancien regime, que lo ha hecho rico durante años a base de encargarle todo tipo de programas para TV3.

La visión de Soler es shakespeariana y convierte a Pujol en un héroe trágico, desperdiciando las oportunidades cómicas que le brindaba el personaje y contribuyendo al actual revisionismo nacionalista que considera al expresidente de la Generalitat un hombre que hizo algunas cosas malas, pero que, en general, iba muy bien encaminado para situar a Cataluña en el mapa mundial de naciones libres e iguales.

No podíamos esperar otra cosa de un hombre del régimen como el señor Soler, nacionalista furibundo que, como tantos otros, llegó a creerse que la charlotada del prusés iba a conducir a la independencia del terruño.

El título no está mal, Parenostre. Pujol siempre ejerció de padre de los catalanes, aunque yo hubiese elegido otro título. ¿Qué tal Les aventures del Gran Barrufet? Ya puestos, hubiese prescindido del tono solemne y severo que impera en la película y habría escrito algo más parecido a lo que hizo Paolo Sorrentino con Silvio Berlusconi.

O, directamente, una sitcom para TV3, una comedia de enredo (de La Cubana, ¿tal vez?) sobre los delirios, trapisondas y mangancias de un personaje que, coincidiendo con Vidal Quadras, siempre me ha parecido ridículo, aunque peligroso.

Estamos en manos del tipo que le dio la vuelta a Cataluña como un calcetín, que pretendió salvarnos de nosotros mismos y que posibilitó el delirio procesista. El enfoque del señor Soler es el de un fan empeñado en salvar a su ídolo porque es uno de los nuestros y los malos de la historia son los españoles (y los catalanes que quieren seguir siéndolo).

La ecuanimidad es solo aparente. Y no descartaría que la elección para el papel principal de un actor, Josep Maria Pou, que mide el doble que el original, sea una manera oblicua de destacar la grandeza de ese sujeto que a los diez años tuvo una epifanía montañera y se dio cuenta de que Dios lo había elegido para salvar a Cataluña (aunque fuese de sí misma).

Las subvenciones al cine siempre son discutibles, pero puede que aquí lo sean un poco más. Entre España y Cataluña, la película ha recibido dos millones de euros de dinero público para ensalzar sin mucho disimulo al político que más daño ha hecho a Cataluña y a España en toda su historia y que sentó las bases para la interminable tabarra independentista que se empeña en seguir viva, aunque las cosas vayan ya por otro lado.

Mis felicitaciones al señor Soler por su habilidad para sacarle el dinero a la patria y al enemigo a la vez, pero los que compartan la opinión de Vidal Quadras sobre Pujol se pueden ahorrar el visionado de Parenostre.