El mercado de la vivienda en Cataluña, en ocasiones, nos sorprende con la exposición de realidades paralelas que en cualquier otro lugar y circunstancia resultarían improbables por su propia contradicción. Nuestro termómetro inmobiliario parece certificar fiebre y buena salud al mismo tiempo, a partir de un contexto marcado por una subida de precios que dificulta el acceso de muchos ciudadanos a un hogar, pero que a la vez exhibe un dinamismo sectorial de proyección ascendente.
Los primeros compases de 2025 invitan a un ejercicio de perspectiva para tratar de comprender las razones que explican el crecimiento en medio de la tensión. Y en esto, los datos de los registradores permiten observar conclusiones reveladoras.
La estadística registral inmobiliaria muestra que enero comenzó con un ascenso de las compraventas de vivienda en Cataluña del 5,5% con respecto a las registradas en el mismo periodo del año anterior, alcanzándose un total de 9.530 operaciones. Un aumento destacable en un mes que no acostumbra a ser de los más prolíficos, a partir de un crecimiento de las hipotecas del 13,5% que se sitúa cuatro puntos por encima de la media nacional.
El factor hipotecario emerge de nuevo como elemento clave de un mercado que tiende a fluctuar, en gran medida, al ritmo marcado por los tipos de interés. En este sentido, la relajación de las condiciones del crédito ha permitido que la actividad inmobiliaria se haya acelerado aún más en febrero, que ha contemplado un incremento de las operaciones de compraventa de vivienda del 15,6% en nuestra tierra. Este dato no resulta anecdótico, en la medida en que el sector está avanzando en el conjunto del país a una celeridad media del 12%.
La dinámica del ladrillo catalán, por tanto, exhibe en este comienzo de año una significativa inercia creciente tras unos últimos meses de 2024 que, si bien fueron positivos —especialmente en materia de hipotecas—, apuntaban a una próxima etapa de estabilidad tras el periodo de ebullición experimentado en el otoño.
Los caprichos de un mercado volátil e impredecible dibujan una proyección que, por el momento, no parece estar influyendo en los precios en la misma medida. Cataluña ha cerrado el último ejercicio con el metro cuadrado a unos 2.547 euros de media, lo que supone un 4,1% más que en el año anterior. El dato no resulta tan negativo, teniendo en cuenta que la mayoría de las regiones ha registrado incrementos notablemente superiores y que lugares de alta demanda de vivienda como Madrid, Andalucía, Baleares o la Comunidad Valenciana han experimentado encarecimientos por encima del 8%.
Cataluña logra contener sus precios pese al aumento que experimenta en compraventas e hipotecas, lo que evidencia la estabilidad de un mercado que aún se sitúa alejado de su récord máximo. En este aspecto cabe recalcar que, pese a las voces que alertan de una supuesta ruptura del techo histórico de precios, nuestras viviendas no alcanzan aún los valores que llegaron a registrar a inicios de 2008, época en la que el metro cuadrado alcanzaba los 2.975 euros de media y el coste de un inmueble rozaba los 250.000 euros de media frente a los 227.000 actuales.
Esta realidad, obviamente, adquiere otra dimensión cuando hablamos de Barcelona ciudad, actualmente la tercera urbe más cara de España —por detrás de San Sebastián y Madrid— con un coste del metro cuadrado que supera los 4.400 euros de media. En nuestra capital los precios continúan al alza, aunque menos que en las ciudades que le acompañan en el podio.
Este aspecto relativo al precio, y los expuestos con anterioridad, hacen referencia únicamente al ámbito de las compras y las ventas. Quizá resulte conveniente resaltar la idea porque lo planteado en estas líneas poco o nada tiene que ver con la compleja realidad que atraviesa el alquiler en Cataluña. El del arrendamiento es un mercado muy particular, sujeto a una amalgama de variables de otro orden cuya situación, seguramente, no podría analizarse sólo con datos.
En todo caso, el comportamiento inmobiliario y su materialización operativa permiten trazar una radiografía general de un sector difícil de prever y clave para nuestra economía. Contemplar su desarrollo facilita el diagnóstico y la dirección, sin perder de vista, pese a las cifras positivas, una realidad que no puede ignorarse: el acceso a la vivienda sigue siendo un desafío crítico para todos.