El fútbol, más allá de un entretenimiento universal, se ha convertido a lo largo de los años en un motor de ilusiones y de prosperidad para muchos territorios. Metrópoli Abierta publicaba ayer un magnífico reportaje sobre la realidad del fútbol de barrio en Barcelona y de cómo la rivalidad de los dos equipos más famosos del fútbol de los modestos, el Europa y el Sant Andreu, está dándole una oportunidad a estos equipos que captan el interés de los aficionados de ambos barrios llenando hasta agotar las entradas en sendos feudos.

Ese fútbol de barrio, que en el caso de Barcelona ha vivido durante muchos decenios absorbido por el remolino salvaje del Barça, tiene una posibilidad de volver a resurgir y, con él, cierto orgullo de barrio que puede contribuir a vertebrar y mejorar la vida en esos distritos. El fútbol no es milagroso, pero parece ejercer un magnetismo en nuestra sociedad que le dota de un efecto transformador. 

Lo explicó sin tapujos el inclasificable y genial Bill Shankly, el hombre que construyó el Liverpool moderno y lo colocó en la senda de los éxitos que luego acabaron convirtiéndole en el mejor club de Europa a mediados de los años setenta y ochenta.

Shankly, que fue entrenador y factótum de los reds, se atrevió un día a decir que el fútbol no era un asunto de vida o muerte, sino que era algo mucho más importante. Barcelona tiene muchos asuntos esenciales en su agenda que tienen que contribuir a la construcción de la ciudad, pero apostar por el dinamismo del deporte de competición en los barrios puede tener su importancia.

Incluso esos clubs podrían captar el interés de inversores que decidieran hacer una apuesta interesante por la tradición deportiva de determinados clubes, cuya mejoría favorecería a los barrios a los que pertenecen.

En este sentido, Barcelona ya ha tenido un protagonismo extraordinario con el fútbol de barrio en el deporte español. Les ofrezco un dato. ¿Saben ustedes que Barcelona es la ciudad española que ha tenido más equipos en Primera División?

Así es. Más allá del poderoso FC Barcelona y de su eterno rival, el RCD Espanyol, el Europa, estandarte del barrio de Gracia, y el Condal, equipo de Hostafrancs, transitaron por la primera división, la misma que disputaban los gigantes Barça y Madrid. 

¿Por qué Barcelona no puede repetir ese poderío? Madrid capital, ciudad que supera ampliamente en población a Barcelona, tiene tres equipos en primera división y nunca ha pasado de esa cantidad. Solo el Rayo Vallecano ha acompañado en ocasiones al Real Madrid y al Atlético.

El Condal ya no podrá optar nunca a ese reto porque se fusionó con otro equipo para acabar convirtiéndose en el Barça Atlétic, filial del FC Barcelona. Pero el Europa o el Sant Andreu podrían captar el interés de los mecenas que hicieran posible ese sueño. Sería otra manera de volver a colocar a Barcelona en la primera fila del escaparate nacional.