El debate de la seguridad tiene cada vez más importancia en el diseño de las ciudades y regiones metropolitanas. Ya no se trata del discurso tradicional del control de las calles, que también, sino de cómo una seguridad integral, moderna, usando las mejores últimas tecnologías, debe servir para mantener el orden, la convivencia, la actividad empresarial y la ilusión por vivir en un espacio confortable para la sociedad.
En definitiva, una seguridad que además de reprimir el delito sirva como acelerador de una ciudad habitable y atractiva. Lo que ocurre es que este modelo necesita disposición política y muchos recursos.
El ciclo de conferencias Fer Metròpoli, Barcelona 2030 abordó esta pasada semana un debate sobre la seguridad que protagonizaron el tercer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Albert Batlle, y el presidente de Barcelona Oberta, Gabriel Jené. Batlle abrió el acto con una declaración de intenciones: “Barcelona aspira a ser una ciudad lo más segura posible”. La ciudad, que ha logrado doblegar la curva ascendente de delitos de los últimos años, lucha contra la percepción de la inseguridad que expresan los ciudadanos, como se encargó de recordar Gabriel Jené.
“Venimos de donde venimos”, espetó Batlle. No le falta razón. Hay que seguir mejorando las prestaciones para que Barcelona sea una ciudad más segura, pero la herencia recibida en este mandato fue la de una capital con los datos criminales disparados y una exigua voluntad política de caminar en la dirección correcta, la que pelea para que sus ciudadanos gocen de mejores índices de seguridad.
Los éxitos para que la ciudadanía disminuya su elevada percepción de inseguridad pasa, entre otras cosas, por una eficacia policial mayor y una presencia de agentes superior en las calles.
Todo ello ya se está notando, pero para que los resultados sean mejores será necesario que un cuerpo que no depende del ayuntamiento, los Mossos, incremente sus prestaciones. La policía autonómica tiene que potenciar su presencia callejera, y su trabajo de información.
La duda sobre si eso será posible sobrevuela la mente de todos, ante los futuros retos de seguridad que tendrán que abordar los Mossos sin aumentar sus efectivos en las tareas de inmigración y fronteras. No parece muy factible que la eficacia se multiplique cuando hay más cuestiones que abordar, pese a que la coordinación entre cuerpos haya mejorado.
La presencia y el uso de la tecnología es otro elemento clave para luchar contra la delincuencia y para que los ciudadanos sean conscientes de que los esfuerzos policiales se notan más allá de los datos.
Barcelona instalará más cámaras, un elemento imprescindible para una seguridad integral, y lo hará pese a las dificultades que existen para que una sociedad tan garantista como la nuestra entienda que la seguridad nos proporciona la libertad más plena.