El repliegue político de las élites expresa el deseo de ocultar su estigma. Ahora mismo, el Cercle d’Economia y Foment del Treball evitan posicionarse en torno a los nombramientos de miembros del sector negocios de Junts en empresas públicas del Estado, como Renfe. El foro de opinión y la patronal catalana mantienen una distancia prudente frente a las cesiones de Sánchez a Puigdemont.

El timón de la sociedad civil catalana excluye el discurso populista; su apuesta es básicamente institucional; interacciona con la Generalitat-Estado, consciente de que, además, Junts puede estar perdiendo la influencia de sus siete escaños en el Congreso en un momento de debilidad del PP, a causa de la Dana de Valencia -agravada por el pacto de Mazón con Vox- y del repunte  del PSOE en los sondeos. En el espacio conservador, los vasos no son comunicantes: si Feijóo pierde votos, Puigdemont no tendrá ocasión de ofrecerle los suyos y Sánchez dejará en la cuneta a Puigdemont.

En 1996, CiU colocó a su sector negocios en Telefónica y Endesa; y ahora Puigdemont, tras pactar con Sánchez, sitúa a sus cuadros económicos en el entorno de Renfe. Aquel Majestic se debió al enclave de la Generalitat en el mundo empresarial catalán, pero este Majestic punto cero de Puigdemont es un proyecto huérfano.

Tener acceso a la cabecera de Renfe -el fichaje de Eduard Gràcia en el consejo de Renfe decidido por el ministro Oscar Puente- no mejorará la calamitosa situación de Rodalies. Los órganos de las compañías públicas solo son estamentos de representación. David Madí y Antoni Castellà, como embajadores en Renfe en Junts, tampoco mejorarán el servicio viario.  

Esta segunda partida se juega en la entrega a Cataluña de Rodalies, hasta ahora filial de Renfe, pactada entre ERC y PSOE, y paralizada por enésima vez. El salto de pértiga con el que Junts ha pasado por encima de Illa, con nombramientos y traspasos, no será tan efectivo, porque la institución autonómica tendrá la última palabra.

La distancia mostrada por la clase dirigente respecto a los manejos nacionalistas es una forma de guarecer a la meritocracia del Govern actual. La promoción del talento que proyecta Salvador Illa es un hecho; se parece a la del sociólogo laborista británico Michael Young, redactor del manifiesto que permitió a Clement Attlee derrotar a Churchill, en 1945.

La arquitectura institucional se construye desde arriba, no desde los partidos políticos que diseñan alianzas en la Cámara legislativa, a cambio de amnistías. Sánchez no regala nada y tampoco espera mayores del alfil de la ANC, el economista de atavío, Eduard Gràcia que, en 2022, presentó con ringorrango en el Colegio de Economistas el paradójico ensayo Integració europea i marginació española. Un título que es como para haberse matao. La marginación española contradice a la OCDE, al FMI, y a medios como The Economist o Financial Times que, desde hace tiempo, glosan las bondades del cuadro macroeconómico de Sánchez y su ministro, Carlos Cuerpo. Las élites catalanas callan y aplauden.