Como si de un anuncio navideño se tratara, las empresas que trasladaron su sede social fuera de Cataluña comienzan a volver, siendo Banc Sabadell y la cabecera del Grupo La Caixa las más importantes, pero no las únicas. Y es más que probable que el goteo continúe.
La tensión que toda la sociedad catalana vivió en otoño de 2017 llevó a retiradas no menores de dinero de los bancos catalanes y el cambio de sede fue un movimiento absolutamente necesario para evitar males mayores.
La evidencia del riesgo jurídico tras la publicación de la Ley 20/2017, de 8 de septiembre, de transitoriedad jurídica y fundacional de la República hizo que muchas otras empresas secundaran el ejemplo de los bancos, iniciando una diáspora fatal para la economía y, sobre todo, para el ánimo económico de Cataluña.
No cabe duda de que, si el famoso artículo 155 de nuestra Constitución se hubiese aplicado a partir de ese momento, nos hubiésemos ahorrado muchos disgustos, probablemente alguno no hubiese tenido que pisar la cárcel y la normalidad hubiese llegado mucho antes a nuestra sociedad.
Pero eso ya no tiene solución y tal vez la caída al abismo haya tenido un cierto efecto vacuna, al menos para las generaciones actuales.
Si la salida de los bancos fue racional y casi una necesidad, la de otro tipo de empresas es más cuestionable, mezclándose un evidente efecto llamada con decisiones emocionales. El problema ahora es que muchas de esas empresas no están tan mal, ni mucho menos, fuera de Cataluña.
Las empresas “icónicas” es altamente probable que acaben todas regresando, pero las que no lo son y, sobre todo, las filiales de las multinacionales no está tan claro que se planteen volver, entre otras cosas porque la fiscalidad en Cataluña es más alta que en la mayoría de comunidades autónomas y no hay ninguna ventaja con el cambio de sede, más allá que asumir que nuestra sociedad está bastante normalizada.
Es innegable que el retorno de empresas es una buena señal.
A pesar de algún que otro discurso incendiario, todos estamos de acuerdo en que el ambiente ahora no está para aventuras porque nadie se cree ya la viabilidad del viaje a Ítaca. No hay movilización, no hay ilusión y, sobre todo, no hay credibilidad.
Es, por tanto, un excelente momento para pasar página y aparcar el independentismo mágico, ese que prometía alcanzar la independencia sin ningún sacrificio, al menos hasta que lleguen nuevas generaciones y no hayan vivido lo que vivimos hace casi ocho años.
La normalidad se evidencia también en los gestos. El president Illa acudió a los actos de la Fiesta Nacional y de la Constitución, como le toca hacer al máximo representante del Estado en nuestra Comunidad Autónoma, porque eso es un presidente de comunidad autónoma.
También fue a los Premios Princesa de Asturias, porque uno de los galardonados era catalán y, por supuesto, ha recibido a S. M. el Rey en el Mobile World Congress y en cuantos eventos se celebran en Cataluña.
Los aspavientos y la mala educación han quedado en el cajón. Ojalá pronto podamos ver una celebración absolutamente “normal” de los Premios Princesa de Girona donde comenzaron, en el auditorio de Girona.
Ahora lo que toca es diálogo y negociación entre Administraciones para mejorar la vida de los administrados.
Si Cataluña es capaz de tener un marco fiscal menos asfixiante y un marco normativo ágil, no hay motivo por el cual no puedan venir no solo las empresas que se fueron, sino, también, muchas otras.
Es verdad que marchan empresas, pero no es menos cierto que se constituyen otras y, ahora, también regresa alguna. Esperemos que el saldo sea pronto positivo.