El president Illa no da puntada sin hilo. No tiene presupuestos, la nueva financiación está en punto muerto, y Junts parece que lo tiene acorralado en el rincón de pensar porque asume todo el protagonismo en las negociaciones con el PSOE y el Gobierno de España.

Sin embargo, el PSC y el presidente de la Generalitat no están al margen de las negociaciones aunque asumen el trágala de la ansiedad de protagonismo de Junts que quiere aprovechar que ERC está desnortada y en fuera de juego. Su última boutade es abstenerse en el Congreso a una PNL popular en favor de alargar vida de las centrales nucleares al tiempo que pactó con el PSC para investir a Salvador Illa la desnuclearización de Cataluña. Se me ocurren muchos emoticonos para ilustrar semejante desvarío. 

Vivienda e inmigración se han convertido en dolores de cabeza porque su solución no es inmediata. Los Comuns se han instalado en el griterío y en el populismo barato del Sindicat de Llogateres, que es de todo menos un sindicato, y Junts se ha puesto estupendo en materia de inmigración porque siente el aliento en la nuca de Aliança Catalana que sin remilgos se declara heredera del independentismo de verdad y busca en la xenofobia latente del nacionalismo a sus nuevos votantes. 

Illa no pierde el ánimo. Ha presentado un plan de futuro para Cataluña movilizando 18.000 millones; ha puesto en marcha las Comisiones Bilaterales con el Estado concretando inversiones y el traspaso de Rodalies para 2026 y parece que en las reuniones de esta semana se dará alguna campanada más; apuesta decididamente por el coche eléctrico dando cobertura a la industria de automoción que Illa les parece música celestial ante tanta incertidumbre; desoye el ruido de la oposición sobre el Hard Rock --que no ha entendido que el proyecto sigue adelante con casino incluido, si el promotor así lo considera, porque solo se han eliminado los beneficios fiscales, porque el Plan General Urbanístico sigue en su tramitación--; y hace caso omiso a los cantos de sirena que piden más vivienda social pero que en su momento de poder no hicieron absolutamente nada, entregando pisos y realizando la primera convocatoria de la Reserva Pública de Solares para construir vivienda pública y oficial. 

El president, con discreción, ha negociado la quita --unos 15.000 millones-- que se presentará esta semana, espera que Carles Puigdemont desbloquee la transferencia presupuestaria a cuenta que suma 1.900 millones y modula los aspavientos de la oposición sobre el papel de los Mossos en puertos y aeropuertos. ERC y Junts nunca han llegado tan lejos en décadas de gobierno en esta materia y ahora les entran las prisas. 

Que no haya una mayoría estable de gobierno no ayuda. ERC y Comuns actúan como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer, y Junts está instalada en el pasotismo porque su líder pasa de Cataluña. Madrid le da pedigrí --y no digamos la próxima semana con el debate de la moción de confianza--, Cataluña le aburre. Nada nuevo porque ya le aburrió cuando fue president. Recuerdo, lo fue y nunca ha ganado unos comicios. Esta situación requiere que Illa haga saltar el tablero para agitar la política catalana mientras los chicos de Sánchez intentar cerrar acuerdos con los líderes independentistas en restaurantes de Barcelona los sábados por la noche. 

La pregunta es cómo hacerlo y qué hacer. Illa necesita un debate político de envergadura. Con apoyos y con oposición que le permita salir del letargo. Proyectos hay pero las concreciones no son inmediatas porque sembrar no equivale a recoger.

Pero, sí hay un proyecto: la ampliación del aeropuerto. Dicen que el informe final verá la luz en breve. El debate será encendido y todos tendrán que mojarse el culo. Los Comuns que deberán explicar el despilfarro de Casa Gomis, los republicanos también aunque me temo que seguirán al albur de ni chicha ni limoná y, sobre todo, los de Junts que no tendrán otra que meterse a torear y dejar de ver los toros desde la barrera.

Ya que dicen que están recuperando su perfil convergente acercándose al empresariado, que lo demuestren y que no les tiemble el pulso. También el PP, que parece el convidado de piedra. El debate sobre el aeropuerto será un revulsivo político y una decidida apuesta de futuro entre progreso o decrecimiento. Illa necesita un debate a lo grande, y el aeropuerto lo es. Es el golpe en el tablero.