La proximidad propuesta por Artur Mas entre Junts y Silvia Orriols de Aliança Catalana es un regreso al nacionalismo duro. Es un corredor de fondo que conduce al cristianismo conservador de Miró i Ardèvol -Ecristians y el Pontificado de los Laicos, suprimido por el Papa Francisco-, en el que se incluyen los milenaristas que ofrendan ante la tumba medieval de los Reyes. El rechazo que ha concitado la propuesta de Mas en el seno de Junts es insignificante; comparten espacio, evidencia palmaria.
Los exconvergentes profundos abrazan las doctrinas de Tom Holland, el historiador, autor de Dominio (Ático de los Libros) y creador del instituto Word on fire, que pregona la fusión entre el pueblo y Jesucristo. Tienen enfrente al oficialismo hierático de Jordi Turull, que no sabe de qué hablamos, y se limita a esperar la amnistía. La tendencia de fondo busca la esencia de la nación enterrada en Sant Martí del Canigó.
Todas las corrientes de Junts proclaman la tierra prometida; unen espiritualidad y bandera; ideología y derecho. Mientras pelean en el legislativo español, tratan de evitar la hipotética residualidad que les amenaza en próximos comicios autonómicos; y lo hacen con la mirada puesta en Alejandro Fernández, el silencioso líder del PP catalán, un nacionalcatólico español, radicado en el espacio del poco ruido y muchas nueces. La oposición catalana ve en Fernández una baza legislativa para recuperar la Generalitat conservadora en el futuro.
La derechización de Junts está servida cuando uno ve a su nube pensadora, Pilar Rahola, denunciando al mundo woke, a la izquierda políticamente correcta, al “antisemitismo que rechaza al Estado de Israel” (silencio stampa sobre quienes acompañan a los excesos de Netanyahu) y señalando al socialismo, como un comunismo punto cero.
La escritora iguala a Maduro con Sánchez y añade que es normal que escuchemos a Milei en “lo que debe escucharse de él, con atención”. El nuevo evangelismo catalán no será el descontrol latino que recorre el subcontinente americano, ni llegará al extremo de Bolsonaro, pero está ahí para frenar al Foro de Sao Paulo, a Lula o a la socialdemocracia europea.
Los mensajes de Puigdemont son inequívocos: competencias totales en materia de inmigración y cierre de fronteras de dudosa sintonía constitucional. La proximidad de Sílvia Orriols es un hecho. Waterloo está muy cerca de las nuevas derechas populistas de Europa y tiene intención de lavarles la cara. Junts no pertenece todavía a la alianza internacional ultra -la de Meloni, el AfD alemán, Orban o Le Pen-, pero quiere formar parte de ella porque sabe que es el caballo ganador.
El gesto de aproximación de Artur Mas a Sílvia Orriols es tan infumable como verdadero, y “la verdad es tan valiosa que va custodiada siempre por una escolta de mentiras” (Winston Churchill).