Cada Administración tiene su hoja de ruta, su compendio de relatos, y su manera de hacer. A veces la arquitectura de su gestión debe ahormarse a otros condicionantes ajenos a los de las propias ideas. Vivimos tiempos de intersección como consecuencia de las necesidades propias de no poder gobernar con la libertad que otorgan las mayorías absolutas. Pero pese a la necesidad de pactos, a veces un gobierno, del tipo que sea, debe colocar determinadas líneas rojas en su quehacer cotidiano.

En estas debe estar la actual Generalitat de Cataluña ante la presión de ERC por intentar que el Ejecutivo de Salvador Illa cargue con algunas de las decisiones de los republicanos en el pasado. Leído en este medio: ERC pide a Illa que la Generalitat pague las escuelas en catalán del sur de Francia. Fantástico. Uno, al margen de los componentes ideológicos, puede entender cómo el modelo de gestión del Govern de Pere Aragonès saltó por los aires, bien por su inacción en muchos asuntos, bien por su elección de las cuestiones a gestionar. Una de ellas es la actual sugerencia republicana a las huestes de Illa en la que solicita que siga pagando los 650.000 euros que ERC entregó a La Bressola para la enseñanza del catalán en el sur de Francia, el lugar que el relato independentista califica como la Catalunya Nord. 

Veremos cuál es la decisión de la Generalitat pero las ganas de llevarse bien con ERC no deberían condicionar ni esfuerzo ni dinero con cruzadas que no son las suyas ni tampoco son importantes para la comunidad autónoma que representa. 

Cataluña vive en la actualidad con la presión de volver a recuperar sensaciones de cuando pesaba mucho más en el conjunto del Estado. Y eso precisa de esfuerzo, de inversión. Del mismo modo, en Cataluña se necesita ayuda para afrontar gastos sociales, sanitarios, dependencia y así podríamos enumerar una larga lista de materias que parecen ser más trascendentes e importantes que la ayuda a las escuelas que enseñan catalán en Perpignan y su zona de influencia. 

Lo que sorprende es que unos gobernantes, con las necesidades existentes, vean plausible la ocurrencia de sufragar gastos que por muy reconfortantes que sean para la causa independentista no adquieren la categoría de mínimamente reseñables para el devenir de la sociedad catalana.

No se trata de minimizar las inversiones de carácter cultural, ni las lingüísticas, ni nada que pueda poner en peligro al catalán, como muchos agoreros se encargan de ir repitiendo a la población. Pero convendrán ustedes que hay esfuerzos que pueden ser apartados de la jerarquía de cosas esenciales que tienen que ejecutarse. Por el bien de todos.