Hemos vuelto a la casilla de salida. Puigdemont se niega a desaparecer: aplica la “intimidad polar” poetizada por Emily Dickinson, cuando la gran escritora recluida en Amherst “guardaba los domingos en su casa”.

El nido de Waterloo influye en el escenario español gracias a la urgencia de Feijóo y a la conversión de Vox, que no quiere condiciones de los soberanistas, pero acepta sus votos.

La moción de censura para desalojar a Sánchez ya es matemáticamente posible y este dato tiene más peso que la geometría variable del pacto de legislatura.

La labor de zapa de los instructores, con un pie en la garganta del fiscal general y de Begoña Gómez, ha dado sus frutos.

El desgaste de Moncloa es el dato, mientras que su consecuencia es la recuperación dialéctica de la oposición en el debate sobre la vivienda.

El Gobierno incrementará la oferta pública de vivienda, mientras que el PP promete rebajar el impuesto de transmisiones patrimoniales de los pisos del 10% al 4%. El primero tiene como objetivo la bajada de los alquileres y el segundo se centra en abaratar la compra.

Los dos grandes partidos proponen intervenir el mercado. Socialistas contra liberales y ambos interviniendo en un mercado ineficiente, como exige la responsabilidad de un Estado.

El PSOE con la entrada de un contingente (de momento, 30.000 pisos desocupados en manos de la Sareb) y la creación de una empresa pública de vivienda social. Y el PP flexibilizando las zonas tensionadas, con la disminución de la carga tributaria.

Hay otros muchos elementos en ambas propuestas y, en uno de ellos, aparece la novedad descollante: la oposición ha consensuado su propuesta con las 11 comunidades autónomas que controla, aprovechando las ventajas que le ofrece la responsabilidad descentralizada de la política de vivienda.

La ventaja territorial es un hecho y Feijóo utilizará el balance victorioso de los últimos comicios autonómicos y locales de mayo de 2023.

Por fin estamos donde teníamos que estar, “en las cosas de comer”, como repitió tantas veces Ortega al desmontar con datos las peleas de corral, durante la II República.

Tras años de fango, la política económica recupera tímidamente su puesto preferente.

Génova, 13 baja de tono; se juega las garrofas en el cara a cara de la elocuencia, mientras los jueces amigos mantienen las acusaciones prospectivas en el entorno familiar de Sánchez.

Y justo en este momento irrumpe el factor indepe. Puigdemont se deja querer por Feijóo y ha recibido las primeras caricias de Vox.

Mañana jueves se debate en la Cámara la cuestión de confianza de Sánchez, lo que será el primer asalto de la moción de censura en la que PP-Vox y Junts irían de la mano. Increíble, pero cierto, por más que Jordi Turull lo califique de “broma macabra”.

La aritmética parlamentaria es más poderosa que el Derecho Procesal que utiliza Manos Limpias para derribar a Sánchez.  

Todo depende ahora de que la oposición franquee el paso a la amnistía, sin esperar a conocer la resolución de Tribunal Constitucional, prevista para octubre.

Puigdemont aguarda, como lo hizo Dickinson, a lo que la “inmortalidad desvela”.