No se asusten amigos ante el inquietante título de esta columna. No se les ocurra ponerse a levantar barricadas con sacos terreros ni corran a rebuscar en el desván de la casa de pueblo del abuelo aquel desvencijado Máuser de cerrojo de la Guerra Civil.
Nada de llegar a las manos, nada de tiros ni enfrentamientos entre hermanos, por mucho que la estupidez e infinita inmoralidad del felón monclovita y la demencia del nacionalismo ultramontano catalán se nos antoje insufrible.
Ocurre que la asociación de ideas, la maldita sinapsis, en ocasiones produce monstruos capaces de perturbar el sueño de Goya y el de cualquier vecino.
Me entretenía yo el otro día leyendo, aquí y allá, información referida a ese programa de festejos –¡poca broma, hablamos de un centenar de actos! - que Pedro Sánchez nos prepara a todos a fin de celebrar comme il faut, a lo largo de este recién estrenado 2025, el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco, un dictador que a estas alturas de película nos importa un soberano rábano a la inmensa mayoría de españoles, pero que para él supone un socorrido comodín ideológico y talismán del que se sirve a todas horas en su enconada lucha contra el fascismo imperante.
Y en el estupor de semejante dislate me hallaba cuando me topé, así de sopetón, con unas declaraciones de Julià de Jòdar —escritor catalán, exdiputado de la CUP en el Parlament de Cataluña y actual miembro del secretariado de la ANC— publicadas en El Confidencial; unas palabras destinadas, quizás, a caldear el ambiente con vistas a la Asamblea General que la entidad separatista se dispone a celebrar entre el 15 y el 19 de enero: "Nadie tiene voluntad de hacer una guerra civil, pero es una hipótesis legítima y loable".
Les aseguro que tuve que leer varias veces el texto y cerciorarme de que no se trataba de una broma atrasada del Día de los Santos Inocentes. En absoluto. El artículo (La cúpula de la ANC se radicaliza: Una guerra civil es una hipótesis legítima y loable) se publicó despidiendo el año, el 31 de diciembre.
Si el fomento del guerracivilismo por parte de Sánchez, y su empecinamiento a la hora de levantar, hilada a hilada, muros divisorios entre demócratas ejemplares (ellos) y malvados fascistas (el resto) me parece una estrategia indigna y repugnante; la declaración de este lumbreras de la ANC es merecedora de una denuncia por odio y exaltación de la violencia.
Suelo tomarme a chirigota las salidas de pata de banco de esta parroquia de estelados arrauxats, las echo al olvido con un "bueno, no tiene importancia, ahí va otro taradet al que se le calienta la boca en exceso". Pero adjetivar un hipotético enfrentamiento civil entre catalanes como una opción "legítima" y "loable", tras haber soportado durante casi tres lustros una auténtica pesadilla de odio, violencia y desmanes, ocupaciones, guerrilla urbana, cortes de carreteras y fronteras, amenazas e insultos, se me antoja intolerable. Será que me hago viejo y ya no estoy para bravuconadas.
La ANC, entidad separatista presidida por Lluís Llach al servicio de su majestad Carles Puigdemont, vive instalada —al igual que les ocurre a todos los partidos nacionalistas catalanes— en sus horas más bajas. Han pasado de ser los reyes de la gran fiesta sediciosa, los coreógrafos y directores escénicos de la performance anual del 11 de septiembre, los que movilizaban, a golpe de megáfono, a la multitud, a ser muy poca cosa.
En 2017, en los días del butifarrendum, la ANC contaba con más de 70.000 socios; ahora apenas llegan a 30.000. Y la pasarela de pago, que antaño sacaba humo a base de vender miles de camisetas, gorras, adhesivos, bolsas, billetes de autocar de ida y vuelta y parafernalia conmemorativa, ahora cría telarañas.
En ese estado de cosas, mientras que el prófugo de Waterloo se radicaliza y exige al Gobierno escoltas, amnistía plena, control de fronteras e inmigración, concierto económico singular, oficialidad de la lengua catalana en la UE y referéndum pactado; la ANC, en paralelo, opta por echarse al monte, dispuesta a restañar heridas, reagruparse y volver a la carga. Porque la independencia de Cataluña lo es todo, es objetivo irrenunciable, misión divina y compromiso existencial… ¡Alzaos, defensors de la terra; que de las derrotas y coitus interruptus del pasado en farem fum!
Y como una nueva embestida en ciernes requiere un plan de acción, no se les ha ocurrido nada mejor que redactar un nuevo decálogo, una nueva hoja de ruta que insufle ardor guerrero, renovadas ínfulas, en el pecho de los maulets que aún quedan en pie. Un plan maestro que distribuir entre las bases, publicitar a los cuatro vientos a bombo y platillo y aprobar en solemne votación en su inminente Asamblea General.
Si les pica la curiosidad y se preguntan en qué consiste esa nueva hoja de ruta de la ANC —que ahora sí que sí hará efectiva la independencia del villorrio catalán— les invito a que visiten ustedes la página de la entidad en Internet. Verán que es, prácticamente punto por punto, una repetición de lo ya vivido y sufrido. De hecho, es, utilizando el término francés de uso común, un auténtico déjà vu en toda regla.
Lo que la ANC propone —y lo resumiré porque no quisiera verles bostezar mientras me leen— es lo siguiente:
1. Recuperación del concepto de unilateralidad y desobediencia civil
2. Implantar la idea de que solo una Cataluña fuerte y unida culminará el procés
3. Adoptar una estrategia de "renacionalización" que cree estructuras de país y combata la colonización española
4. Retomar la confrontación con el Estado español a todos los niveles; reactivar la movilización popular y estar dispuestos a paralizar el país en el momento en que se haga efectiva la República Catalana
5. Lograr que una amplia mayoría de catalanes visualice la independencia como algo necesario y factible
6. Conseguir que todos los partidos catalanes rompan sus pactos con el Govern españolista de Salvador Illa y con el Gobierno de Pedro Sánchez
7. Negarse a aprobar los Presupuestos Generales del Estado
8. Denunciar el expolio fiscal con el que España castiga a Cataluña
9. Preparar acciones en todos los ámbitos: ocupación de edificios oficiales, huelgas, cortes de comunicaciones…
10. Trabajar en la internacionalización del conflicto con España, difundiendo la causa catalana en tribunas internacionales; establecer alianzas; buscar apoyos externos y denunciar al Estado español en foros y medios internacionales…
¿No les parece que todo esto ya lo han vivido? Seguro que sí. La pesadilla se repite hasta en los detalles. De materializarse esa nueva acometida, probablemente volveremos a ver una Barcelona envuelta en llamas, el aeropuerto tomado al asalto y la frontera con Francia cortada; Oriol Junqueras regresará al redil y hundirá la economía de España; cederemos el puerto de Tarragona a la Armada china para que el mundo nos tema, y negociaremos la ayuda de la infantería rusa directamente con Vladímir Putin.
Pues nada, hagamos acopio de palomitas, agua y papel higiénico, que esa guerra civil, “legítima” y “loable”, ya la veremos en HD por TeVen 3.
Y tranquilos que estamos en buenas manos. Pedro Sánchez lo pacifica todo más y mejor.