La creencia más común sostiene que el tiempo, ese concepto abstracto que está encarnado en nosotros, los que (todavía) estamos vivos, porque los muertos lo son porque para ellos ha dejado de regir esta misma convención, fluye desde el pretérito en dirección al porvenir. Según la física moderna, sin embargo, la hipótesis contraria –el retroceso temporal, derivado de la noción isotópica del devenir– no carece de lógica desde el punto de vista teórico, lo que la convierte en un supuesto perfectamente verosímil, aunque todavía sea inverificable. 

En teoría, todos podríamos volver a nacer otra vez, aunque no sepamos exactamente cómo hacerlo. Borges, a quien siempre le obsesionó este torbellino de los días y las horas, que es lo que intentamos medir con los calendarios, pensaba que en realidad el tiempo, lejos de ser una condena y un cáncer que nos devora, como escribió Henry Miller, es “la dádiva de la eternidad”. La frase está inspirada en William Blake, según el cual la eternidad, que es de donde venimos y hacia donde nos dirigimos, es quien nos regalaría esta experiencia de sentirnos vivos y recordar a quienes nos precedieron a través de los homenajes y la memoria. 

El 2025 que acabamos de estrenar llega cargado de incertidumbres –como corresponde a los años del Señor, que son todos– y conmemoraciones históricas, entre ellas las culturales, que nos ayudarán a mirar atrás (sin vértigo) desde el presente, la única dimensión que creemos ser capaces de controlar. Recordar es la forma más simple de evocar el tiempo pasado. ¿Qué toca celebrar en 2025 en términos culturales? Este año va a ser el centenario de muchas cosas.

Desde de Marinero en tierra, el feliz poemario con el que Rafael Alberti ganó en 1925 el primer Premio Nacional de Poesía, al Nobel de Literatura concedido al escritor irlandés George Bernard Shaw, maestro de la ironía (inteligente), que escribió: “La vejez tiene dos ventajas: dejan de dolerte las muelas y dejas de prestar atención a las tonterías de los demás”. ¿Lo tienen claro?

Este año también cumplirá su primer siglo El gran Gatsby, la gran obra de Scott Fitzgerald sobre los espejismos del capitalismo y la futilidad del poder; Manhattan Transfer, la novela coral de Dos Passos que por vez primera retrató a las grandes metrópolis como hormigueros, y La señorita Dalloway, de Virginia Woolf, donde la escritora británica mueve hacia atrás y hacia adelante el flujo de conciencia de su personaje. También se celebra el centenario de Los monederos falsos, de André Gide, donde se exploran formas de narrar al margen del relato lineal, y de El acorazado Potemkin, de Eisenstein, una de las mejores películas de la historia. 

En materia histórica las efemérides proyectan una luz inquietante sobre el presente. Hace una centuria Mussolini ilegalizaba al resto de partidos políticos, entronizando al fascismo en Italia y Hitler publicaba Mein Kampf. Lenin expulsaba a Troski del primer gobierno de la URSS y en España, inmersa en la Guerra de Marruecos, se instauraba la milicia obligatoria, que no desaparecería hasta el gobierno de Aznar. La Bauhaus, el movimiento artístico de vanguardia comandado por Walter Gropius, trasladó hace ahora diez décadas su escuela desde Weimar a Dessau. En París se predicaba el evangelio del art déco y en Egipto se descubría la misteriosa tumba de Tutankamon. 

En 2025 celebraremos el centenario del nacimiento del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, de la novelista norteamericana Flannery O’Connor, de Peter Sellers, Tonny Curtis, Paul Newman y Jack Lemmon (actores), o del alumbramiento de Robert Altman y Sam Peckinpah, directores de cine. Cumplirán su primer siglo (imaginario) escritores como Ignacio Aldecoa, el mayor cuentista del siglo XX en España, el poeta Ángel González y las novelistas Ana María Matute y Carmen Martín Gaite.

Cien años después del nacimiento de Celia Cruz y de la muerte del compositor Erik Satie, padre de las Gymnopédies, toca también el centenario (estadístico) de libros como El proceso de Kafka (una obra póstuma), el ensayo Inquisiciones o el poemario Luna de enfrente, ambos de Borges. El 2025 extinguen los derechos de autor de la obra del sevillano Manuel Chaves Nogales, el mejor periodista del pasado siglo XX, cuyos libros ya son de dominio público, y anuncia títulos editoriales como la publicación de una novela inédita de Günter GrassLa estatua–, otra entrega de James Ellroy Los seductores– o la versión final de Las personas del verbo, la poesía de Gil de Biedma. 

Con este panorama, la idea (fenicia) de conmemorar el medio siglo de la muerte de Franco se antoja un acto tan obsceno como grotesco. Es una pérdida de tiempo que confirma la vieja verdad que escribiera Ferlosio: la cultura, y todos estos actos de memoria (interesada), no son más que inventos del gobierno. Lean ustedes en 2025 los libros que prefieran y celebren aquellas efemérides que más les gusten. La lectura, igual que las hojas de los calendarios recién abiertos, es uno de los últimos refugios de la libertad. Felix sit Annus Novus.