Carles Puigdemont es como los críos en el patio. La pelota es mía y si no gano aquí no juega nadie. Su política es siempre maximalista. O todo o nada. Y al final, como dice el dicho tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Y quién lo rompa lo pagará en las urnas, porque en Cataluña no se entenderá que Junts propicie la caída del PSOE para que gobierne el PP de la mano de la ultraderecha. Además, si Puigdemont espera que el PP suavice su postura en torno a la amnistía, mejor que espere sentado. Sin embargo, Puigdemont confía en bloquear al ejecutivo y erosionarlo, aunque esta erosión puede acabar con Feijóo como inquilino de Moncloa. No jugará a una moción de censura, pero el efecto será el mismo. 

Ahora, se ha marcado como objetivo la moción de confianza. Lo ratificó en una entrevista en TV3 en calidad de presidente de Junts, que no jefe de la oposición, cargo que se ha negado a aceptar.  El expresidente catalán es el rey de la moción de confianza. En 2016 se sometió a una para lograr que la CUP le diera apoyo y la cosa acabó como el Rosario de la Aurora con un referéndum de autodeterminación que sirvió para bien poco. Y menos hubiera servido si no se hubieran cometido los excesos policiales que se cometieron. En 2022, presionó a Pere Aragonés con otra que acabó con Junts fuera del gobierno. Lo cierto es que era raro que una de las partes de un gobierno de coalición fuerce una moción de confianza a la otra. 

Y ahora, quiere colar una moción de confianza por la puerta de atrás, porque sabe que no puede apoyar una moción de censura. Pero, Puigdemont es el rey de la amenaza. La política es el arte de llegar a acuerdos, de encontrar ese ansiado punto medio. Puigdemont, considera la política como la imposición de uno frente al otro. Ya lo hizo el 1 de octubre, donde los contrarios a la independencia se equipararon a los malos catalanes y no se tuvieron en cuenta sus derechos. 

En esta compleja negociación se queja amargamente como una zarina ofendida. Se queja del acuerdo PSC-ERC porque no pinta un colín; se queja de que no se le aplique la amnistía; se queja de que Sánchez y Salvador Illa no acudan a Bruselas a rendirle pleitesía; se queja del Gobierno porque no presiona a los jueces; se queja de que no se ejecuten los presupuestos -por cierto en 2015, 2016 y 2017, por ejemplo, tampoco se ejecutaron y no montó el número-; se queja de que el catalán no sea idioma en Europa sin tener en cuenta que a los 27 la petición les suena a chino variante mandarín; se queja de no tener un traspaso integral de inmigración y se queja de que Illa desnacionaliza la Generalitat

Se queja y se queja y, entonces, plantea la amenaza. Dice que dejará caer al Gobierno pero sin concretar como. Estará bien ver como el independentismo de derechas, acuciado por su particular ultraderecha, se alía con Vox para desbancar a Pedro Sánchez. No descarten que Puigdemont esté en esta tesitura, y lo haga. No estamos en ningún bloque español, dicen repetidamente desde Junts, como si ellos vivieran en una burbuja aparte. Si con el PSOE la negociación es compleja, con el PP simplemente la negociación no existiría y los ciudadanos catalanes perderían. Al menos ahora se avanza paso a paso. Basta ver la cara de sorpresa de los diputados de Junts cuando el president anunció para enero que los Mossos estarán en puertos y aeropuertos. 

Las amenazas no se anuncian. Se ejecutan. Esto es de primero de estrategia en parvulario. Segundo, tampoco las amenazas se hacen en diferido. La moción de confianza se tratará como pronto a finales de febrero o principios de marzo. ¿Qué Junts tendremos para entonces? Quién sabe, dependerá con qué pie se levante Puigdemont de la cama. Por cierto, no estaría de más que el líder de Waterloo mirará de reojo a ERC. Han cerrado su congreso, sus heridas y tratan de recomponerse. Lo harán y lo están haciendo con firmeza en las posiciones pero sustituyendo amenazas por diálogo. Me lo decía esta semana un dirigente republicano "no tenemos ningún interés y ninguna prisa para que gobierne la extrema derecha". Puigdemont parece que sí. Y la amenaza también puede ser un tiro en el pie. ¡Cuidado con lo que deseas!