Cuando la política y el Poder Judicial conducen al Estado de malestar, reaparece el Buscón. El desconfiado Puigdemont –al grito de “Sánchez no es de fiar”- amenaza con votar contra los Presupuestos Generales, después de remolonear con el plan fiscal del Gobierno. Y de momento, se une al PP para bloquear en el Congreso el impuesto de generación eléctrica. Se hace el distraído, como Juan Belmonte segundos antes del estoque, “una suerte espiritual”, contada por el gran Chaves Nogales.

Puigdemont practica el arte de birlibirloque romaní y da naturales con los pies, “luz de la inteligencia”. Pero no pega un sello. Espera la ocasión, cuando la pintan calva. Asusta, pero no muerde; domina el temple de lo vistoso y accesorio.

El expresident se quiere plantar en Madrid salvando el obstáculo del Tribunal Supremo que no le amnistía por los cargos de malversación. Busca la honra del vencido; entrará en materia y si es necesario inventará que acaba de llegar del Golán saltándose a los omeyas, sin acordarse de Waterloo.

Por su parte, la otra cara del catalanismo duro, ERC, asegura que el líder de Junts le aprieta las tuercas a Sánchez pensando en la investidura de Feijóo. Si la Moncloa pica, dicen los republicanos, le concederá el traspaso de la inmigración -¡ay, la frontera!- hablará catalán oficial en Bruselas y superará la financiación singular de Cataluña traspasando a la autonomía la gestión total del IRPF. Y no; sólo es el miedo atávico de Oriol Junqueras. Esquerra también está rota y su líder sólo volverá al trono si Xavier Godàs (Nova Esquerra Nacional) y Alfred Bosch (Foc Nou) le flanquean el paso.

La dispersión indepe echa a correr (ERC) o lanza alharacas (Junts) en el momento de cumplir acuerdos. La dejadez de Puigdemont confirma que Quevedo se inspiró en él -hace cuatro siglos- para inventar a Don Pablos; utilizó al Buscón y veneró las posaderas del común, “el órgano más favorecido por la naturaleza pues su forma es circular, como la esfera, dividida en un zodíaco”.

Barcelona recupera el pulso de ciudad amable, vista desde la cubierta de un crucero que se acerca al Port Vell. Pero no es oro todo lo que reluce. Aquí se celebró la Copa América sin rastro de su prometida lluvia de divisas; se cerraron corporaciones como Nissan o las filiales de P&G y se enterraron en deudas los aceros Rubiralta; siguen sin regresar todas las sedes corporativas de empresas, siete años después del primero de octubre de 2017, y se mantienen los expedientes de regulación de empleos serios.

Disminuye el paro y sube el empleo en servicios de ínfima calidad, espoleado por los becarios de startup, turismo y agencias de inteligencia de argumentario peleón. La realidad está muy lejos de confirmar la euforia macroeconómica de la OCDE. El ejército industrial de reserva comparte habitación en pisos cuyo alquiler espolvorea a los vecinos de siempre y a los recién llegados, hasta más allá de la corona metropolitana. El PSC gobernará en minoría, mientras la balcanización indepe siga soñando en la Florida del inca, el anhelo del Buscón.