Lo que les ocurre a los de la CUP es que no quieren que la gente sepa que hay pijos que visten bien. Son los representantes oficiales de la pijería catalana y quieren convertir su andrajosa manera de vestir en la oficial del gremio. Por eso quieren echar a Piqué de la Cerdaña, porque Piqué es un pijo que viste bien, hasta ahí podíamos llegar.

La CUP no puede permitir que un tipo llegado de Barcelona marque la tendencia en moda pija. La pijería de verdad, la auténtica, o sea la de la CUP, viste camiseta zarrapastrosa, botas sucias y pantalones de los que hace tiempo que nadie recuerda su color original. Que no venga Piqué con sus jerséis de marca y su ropa limpia, que eso es Cataluña y nuestra pijería será sucia o no será.

Encima, siempre sonríe. Un pijo sonriente es lo último que puede soportar la CUP, un club de pijos que ha hecho marca del semblante adusto, como cabreado, la marca de la casa, especialmente entre su militancia femenina. La pijería cupaire, además de sucia, es antipática, ya se ve que son la antítesis de Piqué, cómo no iban a tenerle manía.

Pero es que, además, Gerard Piqué se ha ganado con su propio esfuerzo el dinero que posee, que no es poco, supera incluso a algunos militantes de la CUP. Que venga un tipo de Barcelona a demostrar que trabajando -primero como futbolista, después como empresario- puede uno ganar dinero, atenta contra los fundamentos y principios de la CUP, cuyos militantes no han hecho otra cosa para amasar fortuna que nacer en el seno de buenas familias, como es tradición en la Cataluña profunda. Piqué, digámoslo claro de una vez, es un nuevo rico, no tiene nada que ver todos esos militantes de la CUP cuya fortuna se remonta a generaciones.

A Piqué hay que echarle de la Cerdaña como sea, por los delitos de ir aseado y de dedicarse a trabajar. A Piqué y al resto de pijos que pretenden invertir en inmuebles en esa comarca y gastar ahí sus dineros, habráse visto. Esa gente da mal ejemplo a las nuevas generaciones, si no andamos con cuidado más de un chaval va a creer que eso de trabajar rinde beneficios y que la pulcritud personal y en el vestir es un mérito, por Dios, cualquier día un retoño de la CUP podría sorprender a sus padres solicitando lavarse los dientes antes de irse a la cama. Hay que vandalizar las propiedades de Piqué -y de quien sea- hasta conseguir que, o bien se vayan de la Cerdaña, o bien empiecen a vestir como pordioseros y a apuntarse a talleres de igualdad de género en lugar de levantarse cada mañana para trabajar y producir. Si Piqué pretende ser admitido como uno más entre la pijería de la CUP y quiere que le dejen tranquilo, que empiece por no ducharse durante una semana y por dejarse rastas. A partir de ahí, todo puede hablarse, aunque lo ideal sería que dejase para siempre de trabajar, entonces sí que le considerarían un igual.

Con los pijos pasa como con todo, nadie quiere competencia en su propia casa, si uno lleva años cultivando la auténtica imagen del pijo de la CUP, no es para que venga ahora un exfutbolista a ponerla en tela de juicio.

Los chicos y chicas de la CUP llevan muchos años viviendo de la sopa boba, en Cataluña todo el mundo sabe que son unos pijos redomados que trabajan menos que el ángel de la guarda de los Kennedy. Es natural que no admitan que un recién llegado, de Barcelona además, quiera hacerse pasar también por pijo, de ahí que quieran expulsarle de su territorio. Por si fuera poco delito el de trabajar e ir más bien limpito, cuentan que Piqué ni tan solo utiliza el género femenino cuando habla, con lo que queda claro que su pijería es incompatible con la de la CUP. O uno, o los otros, la Cerdaña es demasiado pequeña para tantos pijos, forastero.