Este lunes presentó en Barcelona sus memorias políticas el socialista Javier Lambán, presidente de Aragón desde 2015 hasta 2023, y anteriormente presidente de la Diputación de Zaragoza entre 1999 y 2011, además de alcalde de Ejea de los Caballeros hasta 2014.

Lambán lo ha sido todo en la política autonómica, pero también ha jugado un papel en clave nacional como representante de un territorio que no se resigna, como él mismo argumenta, a la división política y mediática establecida entre una España “secundaria y anónima” frente a otra “principal y visible”, con Madrid como centro y Cataluña y el País Vasco como referencias complementarias.

Para los catalanes, el caso de Lambán es paradigmático porque, pese a su probada catalanofilia, o sus intentos de acercamiento político desde la presidencia de Aragón, fue presentado durante los años del procés por los independentistas y sus comparsas como un catalanófobo.

Rápidamente se olvidó que lo primero que hizo fue acabar con el absurdo Lapao y Lapapid del PP, y que normalizó la enseñanza del catalán y del aragonés en las zonas donde se habla.

Pero tuvo la mala suerte de enfrentarse a dos cuestiones problemáticas, a la controversia sobre los bienes artísticos de Sijena y al intento por armar una candidatura conjunta para los Juegos de invierno de 2030.

Sería ahora demasiado largo exponer la complejidad de lo sucedido, pero en ambos casos el Govern de la Generalitat en lugar de acordar intentó imponerse políticamente, beneficiándose del apoyo del Gobierno de España, tanto del PP como del PSOE, que prefirió contentar al territorio más fuerte en aras probablemente de rebajar la tensión secesionista.

El tema deportivo acabó en un rotundo fracaso, con la renuncia por parte del Comité Olímpico Español a organizar nada, dada la incapacidad de Aragón y Cataluña para ponerse de acuerdo en el reparto de las pruebas.

En la cuestión patrimonial, en cambio, fue la justicia quien obligó a que los bienes fuesen devueltos a Sijena, una vez que Oriol Junqueras, entonces vicepresidente del Govern, vetó en 2016 el convenio que los consejeros de Cultura respectivos, Santi Vila y Mayte Pérez, habían redactado para pacificar el contencioso con una exposición del patrimonio en litigio y la devolución paulatina de las obras.

Tanto Vila como Carles Puigdemont, en sus escritos sobre este periodo ratifican que el boicot fue por parte de ERC, como explica Lambán en estas memorias.

Parodiando el título de uno de sus capítulos (Cataluña, tan cerca y tan lejos), Aragón es igualmente para los catalanes una realidad cercana geográficamente, pero lejana u olvidada en nuestras mentes.

De nuevo hay asimetría, los ignoramos más nosotros a ellos que al revés, básicamente por un ridículo complejo de superioridad, mientras nuestra mayor obsesión colectiva se dirige como siempre hacia Madrid, desde hace años para lamentarnos de que nos saca ya varias cabezas en casi todos los aspectos.

Despreciar a Aragón es un grave error, pues es nuestro principal cliente comercial, y Zaragoza ha logrado convertirse en una plataforma logística, con multinacionales como Amazon, para toda España.

Muchas empresas catalanas en 2017 cambiaron su sede a Aragón, e importantes inversiones extranjeras se fueron allí porque Cataluña no les ofrecía garantías jurídicas.

A nuestros primos aragoneses económicamente les va muy bien, no solo a Zaragoza, también a Huesca y sobre todo a Teruel, convertida en el exponente de la España vaciada, aunque no tiene nada de pobre y olvidada.

Este lunes, en la presentación, no fue nadie del Govern de la Generalitat, tampoco del PSC, pese a que en sus memorias Lambán habla muchísimo de Cataluña, que tras Aragón es su principal preocupación y cuya deriva soberanista le duele en el alma, así como de las relaciones entre ambos Gobiernos autonómicos en su etapa de presidente.

Como secretario general que aún es de los socialistas aragoneses, cargo que dejará en el próximo congreso regional, manifiesta mucha inquietud por el futuro del PSOE y se posiciona nuevamente a favor de una España federal.

Sus críticas a la política de alianzas de Pedro Sánchez y a las cesiones a los independentistas son de sobra conocidas, pero al mismo tiempo reconoce en Salvador Illa un político sensato, que ha logrado que la calma y la normalidad institucional regresen.

No exagero si afirmo que Lambán merece un gesto de desagravio por parte de una Cataluña a la que quiere, pues entre otras cosas completó su formación universitaria en Barcelona, donde aprendió a escribir en catalán, pero que por ahora solo su amigo Joan Manuel Serrat, presente en el acto del Teatro Goya, es capaz de ofrecerle.