La izquierda no aprende. Sus políticos siguen sin darse cuenta de que llamando fachas o nazis a sus oponentes políticos, consiguen solamente dos cosas: que el adjetivo quede totalmente diluido -ya nadie sabe lo que fue el fascismo- y que la derecha gane elecciones. Donald Trump es un buen ejemplo de candidato a quien le hizo la campaña su oponente Kamala Harris, a fuerza de acusarle de todo lo acusable, desde racista a machista.

En Cataluña sucede lo mismo, y hace unos días, en el propio Parlament, el diputado de los Comuns David Cid llamó nazi a Sílvia Orriols, consiguiendo para ella unos cuantos minutos de televisión con su brillante réplica al insulto, además de obsequiarla con unos miles de votos en las próximas elecciones. El tal Cid quiso desenfundar la Tizona para arremeter contra la infiel Orriols, y lo hizo con tan poca destreza que se cortó un pie. Hay apellidos que van a caer al lugar menos indicado.

La izquierda no entiende la razón por la que en tantos países están surgiendo gobernantes que se oponen a las políticas identitarias, a las leyes que discriminan a los hombres, a la inmigración sin freno y la mano blanda con la delincuencia. Y como no lo entiende y además se niega a comprenderlo, su única estrategia es llamar nazis, fachas o extrema derecha a los millones de votantes de esos políticos en todo el mundo, votantes que en buena parte son de la clase baja, la misma que en otros tiempos aupaba al poder a la izquierda y sus revoluciones, y ahora le da la espalda.

Esa reacción de la izquierda, que es más bien una rabieta causada por la impotencia, le proporciona todavía más votos a la derecha. Es una pescadilla que se muerde la cola, aunque en realidad lo que está devorando es a la izquierda tal como era conocida.

El pobre David Cid no debe tener muchas luces, de ahí que deba ganarse la vida como diputado. Si las tuviera, sabría que los nazis eran una gente mala que hace casi un siglo llevaba a cabo cosas muy feas, como encerrar en campos de trabajo a quienes no les gustaban, apalear a quienes discrepaban con ellos, prohibir a ciudadanos de otras razas tener negocios propios o trabajar de funcionarios, prohibir también matrimonios mixtos o, en fin, invadir otros países para formar un gran imperio.

No es nada malo que un tal Cid ignore todo eso, la ignorancia no solo no impide en Cataluña llegar a diputado, sino que más bien ayuda a ello, pero con semejante apellido debería por lo menos poseer nociones básicas de estrategia militar y no regalar armas al enemigo.

A lo mejor yo soy el raro, pero no alcanzo a ver la utilidad de llamarle nazi a ningún político. Ni aunque lo fuera, que no es el caso de Sílvia Orriols, a la que no imagino invadiendo Polonia. De hecho, no alcanzo a ver la utilidad de llamarle nada a ningún político. Si alguno me parece un imbécil, me conformo con no votarle, no voy a perder el tiempo haciéndole saber de su imbecilidad, que es más problema suyo que mío.

A Trump le hicieron media campaña los demócratas y la otra media el que le rebanó la oreja de un disparo, y a Orriols se la hacen los pijos de la CUP yendo de excursión a Ripoll y los Comuns insultándola en el Parlament, y eso que faltan todavía años para las elecciones. Espero que la líder de Aliança Catalana les haga llegar un sobre con dinero a unos y otros, por los servicios prestados.

Ningún trovador en su sano juicio cantará jamás que David Cid sería un buen vasallo, si tuviese buen señor. Vasallo lo es, no hay más que ver la actitud servil con que pretende agradar a sus jefes de partido, pero es tan malo que consigue el efecto contrario al pretendido. Por mi parte, no voy a decir la opinión que me merece, me conformo con no votarle.