La tragedia que ha sufrido el sur de la ciudad de Valencia por las torrenciales lluvias de la semana pasada, ha dejado un clima de cabreo general hacia los gestores políticos.

Los graves incidentes en la visita de Felipe VI a Paiporta, en compañía de Pedro Sánchez y el presidente valenciano, Carlos Mazón, sobre quienes la ciudadanía descarga por razones diversas la culpa de la pésima gestión de la crisis, son un triste reflejo.

La violencia es siempre inaceptable y debe ser perseguida, más aún si hubo algún tipo de organización detrás de esas agresiones.

Ahora bien, en medio del enorme drama humano que se vive allí, la ira a la que tuvieron que hacer frente las autoridades, particularmente el presidente del Gobierno, que fue alcanzado por un palo y optó por marcharse en coche, fue lo de menos.

Lo que sí se enquista después de este desastre en la sociedad española es un nuevo malestar contra PSOE y PP por el partidismo con el que actúan en todos los asuntos, incluso en los momentos iniciales de una catástrofe como esta, lo que provoca descoordinación entre Administraciones y, consecuentemente, que no se pueda socorrer de forma urgente a las víctimas.

Ante cualquier incidente o problema, lo primero que ambos partidos se preguntan es si les beneficia o perjudica al adversario, con lo que el interés de los ciudadanos, la salud de la democracia o el prestigio de las instituciones va siempre en último lugar.

De esta crisis todos pierden. El Gobierno de la Generalitat valenciana, presidido por Mazón, hace patente su desidia e incompetencia, particularmente por no avisar hasta pasadas las ocho de la noche del marte 29 de octubre, cuando las inundaciones ya eran un hecho.

Su empeño después por borrar esa actuación irresponsable, culpando a la Confederación Hidrográfica del Júcar de falta de avisos claros, o poniendo en duda la profesionalidad de la Aemet, es lamentable y refleja un cinismo del que los dirigentes del PP valenciano ya han hecho gala en el pasado, como fue en el caso del accidente del metro de Valencia en 2006, por citar un ejemplo con 43 víctimas mortales y otros tantos heridos.

La magnitud de la tragedia por la DANA ha desbordado por completo a la Administración autonómica, sin que por ello Mazón haya querido solicitar la declaración de nivel 3, el estado de alarma, con lo que el mando hubiera pasado al Ministerio del Interior.

Es paradójico que el líder nacional de su partido, Alberto Núñez Feijóo, insista en que el Gobierno de Pedro Sánchez debería asumir la dirección de la emergencia y le reproche no hacerlo, en contra del criterio de Mazón, con lo que hay dos conclusiones posibles. Que Feijóo no confía en la capacidad del presidente valenciano, o que sencillamente sostiene siempre, con razón o sin ella, lo contrario de lo que hace Sánchez. Como alternativa, el líder popular sigue sin demostrar nada.

Sánchez también queda en evidencia, ya que la brutalidad de las inundaciones era razón de sobras para declarar el estado de alarma al día siguiente. No hacía falta que Mazón lo solicitase. El Gobierno de España puede hacerlo siempre que lo crea necesario.

Hubiera marcado un gesto de autoridad y lanzado un mensaje a la ciudadanía de que el Estado, en toda su plenitud, como exigió el Rey, iba a entregarse sin ninguna dilación a rescatar y ayudar a los damnificados.

El argumento para no hacerlo no es nada convincente, ya que cualquier intervención se haría siempre en coordinación con la Generalitat valenciana, que pasaría a estar bajo sus órdenes.

Ante una catástrofe de esa magnitud, la ciudadanía española no entiende que el Gobierno, que tiene en su mano todos los recursos, empezando por la UME y, si hace falta, todo el ejército, no se ponga al frente, no lidere.

Aunque las medidas económicas de ayuda que ayer se aprobaron en Consejo de Ministros son muy potentes, la primera impresión de que no querer enfangarse en la gestión de la alarma es lo que queda.

En definitiva, en esta crisis, que erosiona la confianza hacia los dos grandes partidos, todos pierden. A Mazón, por su incompetencia y cinismo. A Feijóo, por actuar solo a fin de llevar la contraria al PSOE. Si realmente hubiera creído que era imperativo declarar el estado de alarma, habría exigido también a Mazón solicitar el nivel 3. Y a Sánchez, por pronunciar una frase de una frialdad aterradora, dirigida a las autoridades valencianas, pero que se convierte en una ofensa a los oídos de los ciudadanos que clamaban el socorro del Estado: “Si necesitan más ayuda, que la pidan”.