España atraviesa por una situación económica que los organismos internacionales califican como muy positiva, liderando la economía europea con crecimientos por encima de la media. A pesar de lo anterior nuestro país vive instalado en una situación de confrontación e irritación política que cada vez hace más difícil la convivencia, generando en la ciudadanía un alto nivel de desapego por la actividad política e institucional.
Parte del origen de este escenario de enfrentamiento permanente gobierno-oposición, deriva de actuaciones y alianzas del presidente del Gobierno, que en ocasiones son difíciles de comprender. Otra parte de la crispación radica en la dificultad del jefe de la oposición en aceptar que, a pesar de haber obtenido el mayor número de escaños en las últimas elecciones, estos resultados no le permiten construir alianzas para poder liderar el gobierno de la nación. A lo anterior se suma un elemento que dificulta aún más su liderazgo, el posicionamiento de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, dispuesta a todo para llegar a la presidencia del gobierno de España, siendo el propio presidente de su partido el principal obstáculo para lograrlo.
Detengámonos por un momento en la personalidad de Ayuso, sin duda la política de la oposición que más poder acumula. Jefa de una "ciudad-estado" que actúa como un sistema económico que se extiende a lo largo de varias provincias limítrofes: Toledo, Guadalajara, Segovia, Ávila…En el Madrid actual se ubican dos poderes cada día más distanciados; el del Gobierno del Estado y el de un área metropolitana de más de 7 millones de habitantes con un sujeto político como la Comunidad de Madrid en pleno auge económico. Madrid representa casi el 20% del PIB del país, que compite con Cataluña no como capital de la nación, sino como la capital de su territorio más rico. Una ciudad-estado utilizada en la actualidad por su máxima responsable como vector de confrontación permanente con el actual gobierno de la Nación.
La presidenta Ayuso ha logrado un respaldo significativo del voto de la ciudadanía madrileña. Una estrategia bien elaborada, impregnada de retórica "libertaria" que exalta el individualismo y utiliza a la región como el núcleo de la resistencia conservadora frente a un Estado al que acusa de intervencionista. La presidenta defiende una alternativa donde servicios públicos, como la salud y la enseñanza puedan ser negocios rentables, sin importarle incluso recurrir al "dumping fiscal" para poder atraer inversiones. La modernidad igualitaria y el concepto homogeneizador de la nación son sustituidos por la rentabilidad económica.
El Madrid actual ha evolucionado de ejercer como capital de la Nación a ciudad-estado. El nacimiento de nuevas élites que se apropian de una red clientelar que ya no conecta directamente con el aparato del Estado sino con los gestores de las grandes corporaciones multinacionales instaladas en la capital. El ultraliberalismo económico sustituye al liberalismo político, el concepto ilustrado de ciudadanía se desmorona. Los procesos de desindustrialización, privatización y desregulación han roto las jerarquías públicas que apuntalaban los conceptos básicos de ciudadanía y de soberanía nacional.
Madrid muta de capital política a capital económica, los ministerios vendieron sus acciones de las grandes empresas públicas, cediendo el control a las multinacionales. La nación se hace más pequeña, las empresas públicas que partían de condiciones de mercado casi monopolísticas se convierten en poco tiempo en grandes multinacionales con enormes intereses en el extranjero especialmente en Iberoamérica. Privatizadas las empresas públicas ubicadas en Madrid en época de Aznar, pasan a ser sede de multinacionales. Se generan infraestructuras que la conectan con el mundo, la T4 con 50 millones de pasajeros anuales es la pista de aterrizaje de Iberoamérica en Europa. "Mientras usted hace país, nosotros hacemos el metro”, le comentó Ruiz-Gallardón, ex presidente de la comunidad de Madrid, a Jordi Pujol.
Ayuso a pesar de su retórica españolista apuesta cada día más por un regionalismo madrileño que le asegura un fuerte caudal de votos. Combina a la perfección populismo y regionalismo. Del "procés" catalán aprendió que la exaltación de lo propio puede ser fuente de apoyo ciudadano. No tengo demasiadas dudas acerca de que la Comunidad de Madrid acabará exigiendo su propio concierto fiscal.
Con Ayuso la derecha conservadora deviene ultraliberal y el nacionalismo patriótico deriva en regional. La derecha que hace de la unidad de España su divisa ha descubierto las ventajas de la descentralización regionalista, la autonomía madrileña camina hacia una ciudad-Estado que hace de la confrontación con el gobierno de la Nación Española, una de sus señas de identidad. La gran paradoja es que posiblemente sea el Madrid de Ayuso, uno de los más beneficiado por el desarrollo autonómico. La Comunidad de Madrid, la ciudad-estado liderada por una estrategia populista bien programada, se convierte en uno de los gobiernos metropolitanos más poderosos de Europa y su presidenta se prepara para el asalto a la Moncloa. Otra cosa muy diferente es que pueda conseguirlo.